INVASORES Y COLONIZADORES : GRIEGOS Y CARTAGINESES.
LOS GRIEGOS .
Acción de los griegos en la Península posterior a los fenicios, no antes del siglo VI. Los fenicios parece que dominaban en el Mediterráneo sur y los griegos en el norte, en la zona de cataluña, donde existen los únicos poblamientos griegos comprobados, y comercialmente en toda la costa este y sureste.
La acción inicial del contacto fue fundamentalmete focense, por los mismos grupos procedentes de Focea que habían fundado Massalia ( Marsella) como su principal base en el arco norte del Mediterráneo occidental.
En las fuentes clásicas se hallan referencias poco concretas de implantaciones en la costa del País Valenciano y en la costa andaluza, en las proximidades de Málaga ( Malaka). Pero no más. La inexistencia de monedas propias- típicas de toda verdadera ciudad griega- y el vacío de restos maeriales permite sospechar que se trataría de factorías muy pequeñas.
Incluso en la costa mediterránea , hallazgos recientes nos indicarían que se trata de existencia de comercio fenicio y no griego en las primeras etapas, siglos VII-V. Se trata de los yacimientos de los Saladares de Orihuela, y de Vinarragell en Burriana. En ambos casos se comprueba la presencia, en las fechas indicadas, de elementos cerámicos fencios, o fenicio-tartésicos mezclados con materiales indígenas de un Bronce muy tardío.
La colonización griega a nivel urbano se limita, dentro de las costas peninsulares, al litoral norte de Cataluña, en el Ampurdán. Se trata de la continuación de las implantacions griegas en Provenza y el Languedoc actuales. Tenemos noticias de dos ciudades, una Rhode, de la que no sabemos mucho, pues tan sólo hace unos 20 años que se hallaron restos arqueológicos de ella – actual Roses-. Sabemos que la ciudad griega esta situada dentro de recinto fortificado de la Ciudadela, inmediata al pueblo de Roses.
Muy distinto es el caso de Emporion ( Ampurias ). aquí no se llegó a perder el recuerdo de la existencia de las ruinas, cuyos primeros estudios se realizaron durante los siglos XVIII-XIX. Desde principios de este siglo se han realizado amplias investigaciones, pudiéndose por ello trazar un esquema de lo que fue una ciudad colonial griega en nuestro país. No se sabe si los pobladores vinieron directamente de Focea o de Massalia ( Marsella ); la ciudad nació como una factoría islote. Estrabón, recogiendo noticias antiguas dice concretamente que » primero los focenses se establecieron en un islote que ahora llaman Palaia polis (ciudad vieja)». Este pueblecito que actualmente es Sant Martí d’Empuries, ha quedado modernamente unido a la costa. Rápidamente se creó un establecimiento en tierra firme ( Neápolis, o sea ciudad nueva), en contraposición a la antigua del islote. Los materiales de la ciudad nueva se datan del 580, en a ápoca de amplia expansión focense en el mediterráneo occidental.
Si el primer emplazamiento fue un islote, también la ciudad nueva tiene una topografía muy típica de los lugares coloniales: una zona costera entre dos ríos, el Fluvià y el Ter. Una especie de isla en cierto modo. Hoy en día la ciudad griega se puede ver casi completamente, pues se ha excavado de manera casi total. Pero lo que vemos ahora en la fase final de la ciudad, de la fase helenístico-romana y no inicial de su fundación. Se trata de una superficie rectangular, con el eje mayor paralelo a la línea de la playa, de unos 26.000 m2., con calles paralela en ambas direcciones que se cruzan en ángulo recto, sin llegar a alcanzar una regularidad absoluta. Las construcciones monumentales se reparten en dos áreas. En la parte central, donde se cruzan las dos calles principales, existe el ágora, roeada de edificios públicos, entre los que destaca el «stoa», un mercado porticado que sería uno de los centros de ventas. La otra zona monumental se halla emplazada en el extremo sur, junto a la muralla, y es el barrio de los templos. Ninguno de ellos alcanza proporciones destacadas ni parece haber sido especialmente notable. Las calles son estrechas y las casas, de dimensiones modestas.
La ciudad estaba rodeada por una potente muralla construida con grandes bloques, visible hoy día en algunas zonas del sector meridional.
En la evolución de Emporion observamos en primer lugar la densidad de los contactos marítimos con la madre Patria: los productos cerámicos griegos de los tipos más diversos y corrientes no faltan y aparecen sin interrupción demostrando la continuidad y la fuerza del comercio y de las navegaciones marítimas. Como era normal en todo centro griego de cierta categoría, Emporion acuñó moneda, tuvo ceca propia, igual que Rhode ( Roses), ambas fabricaron monedas de plata, con el sistema de dracma.
El impacto que produjeron ambas cecas de cara la mundo indígena en el proceso inicial de su introducción en la eonomía monetaria fue lo verdaderamente importante de la cuestión.
CARTAGINESES. EL IMPERIALISMO COMO CULMINACIÓN DE LAS COLONIZACIONES.
Por el tratado romano-cartaginés del año 348 a.C., se determinaron las áreas de predominio de los cartagineses y de los griegos en la península. En este tratado dólo se cita un punto de la costa SE., «Mastia» ( Cartagena ), que servía de límite a los territorios sobre los que opodían ejercer su influencia Cartago y Marsella. Tanto los griegos como los cartagineses no pretendían tener plazas en el interior, sólo en la costa para poder comerciar a través de ellas con los pueblos indígenas.
Tras la primera Guerra Púnica, los cartagineses habían perdido posesiones en Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esto a los comerciantes de Cartago les afectaba enormemente, y por ello el interés por la península Ibérica pasó a ser mayor. La facción que logró dominar en Cartago, la familia Barca, de intereses militares y comerciales ya no veían la Península como unas cuantas plazas comerciales, sino como territorio que les proporcionara metales para pagar a sus mercenarios, necesitaban hombres para el ejército y para que trbajaran las minas. Todo esto podía proporcionarlo la expansión de sus dominios en España.
Así, Amílcar Barca vino a la Península con un ejército en el 237 a.C. y desembarcó en Cádiz. Se encontró una situación bastante precaria, pues desde la primera Guerra Púnica los cartagineses habían perdido influencia. Así, se vio obligado no sólo a volver, a dominar las antiguas zonas de influencia, sino también a ampliar los dominios cartagineses en la Península, si quería que la explotación de los recursos de ésta sirviera para fortalecer la posición de Cartago frente a Roma.
Se lanzó a una política de conquista en el S. y SE de la Península, controlando los distritos mineros de Sierra Morena y de la región actual de Cartagena. En la zona levantina, Amílcar extendió la influencia cartaginesa más allá de lo marcado en el tratado del año 348 a.C., convirtiendo en asentamiento cartaginés a Akra Leuke ( Alicante ). empleó tropas indígenas en sus guerras. En el año 231 a.C. los romanos enviaron una embajada a Amílcar para que explicar cuáles eran las intenciones de su política expansiva, a petición de Marsella, aliados de los romanos; en su respuesta, de sobra conocida, Amílcar dijo que Cartago debía obtener dinero para pagar las reparaciones de guerra impuestas por los romanos en el tratado de paz con que terminó la priemra Guerra Púnica. Los romanos al parecer se conformaron con esta explicación. Esta embajada romana fue la primera intervención oficial hecho por Roma en los asuntos de la Península Ibérica. Hasta la guerrra abierta en el año 218.
Amílcar obligaba a los indígenas, los explotaba, los sometía, lo que le obligaba a contínuas guerras contra ellos. Dos años después de la embajada romana, Amílcar moría cerca de la actual Elche en un encuentro armado con los indígenas.
Le sucede su yerno Asdrúbal, quien al contrario que amílcar, quiso atraerse a los indígenas al bando cartaginés por medio de maniobras diplomáticas, tratados de amistad e incluso por medio de su matrimonio con la hija de un jefe local. Esta política de paz consolidó los dominios cartagineses que Amílcar habái conseguido con la guerra. Asbrúbal pretendió crear en la Península un centro de poder que le permitiera una guerra ulterior contra Roma y que tuviera una cierta independencia política con respecto a Cartago. Por ello la fundación de » Carthago Nova » ( Cartagena), hecha por Asdrúbal. El otro hecho fue la extensión hacia el norte de la influencia cartaginesa, más allá del tratado del aó 348. Los griegos de Marsella fueron los más perjudicados, pues se firmó un nuevo tratado en el 226 a.C. que reconocía la influencia de los cartagineses hasta la desmbocadura del río Ebro.
La muerte de Asbrúbal, en el año 221 a.C. el mando del ejército pasó a Aníbal, hijo de Amílcar Barca, quien vuelve a la política miliarista de su padre. Veía inminente la guerra contra Roma y quería mantener bajo dominio cartaginés a los indígenas del S. y SE. y conseguir, mediante la guerra, que los de la meseta y de zonas no sometidas quedaran en situación de no poder atacar a los cartagineses. Además, las expediciones le proporcionaban mercenarios para su ejército y recursos económicos.
Aníbal hizo expediciones, cada año, al interior de la Península Ibérica, atravesó el Tajo y llegó hasta el Duero donde se enfrentó a los vacceos. Los planes de Aníbal para atacar a Roam necesitaban un pretexto, y éste fue el ataque a Sagunto, aliada de Roma. En este contexto, unos indígenas apoyaron a Roma , otros a Cartago. los romanos atrajeron a los pueblos de la costa, mientras que los cartagineses lograron hacer alizanzas con los del interior. Tras la toma de Sagunto, esto sería tomado como » casus belli » por los romanos y esto desencadenaría la Segunda Guerra Púnica que tuvo como consecuencia fundamental para la Península Ibérica el caer bajo el dominio romano.
CONSECUENCIAS DE LAS COLONIZACIONES.
Imitación de formas artísticas griegas y orientales, en el S. y zona Este de la Península.
Aparición de sistemas de escritura basados en los alfabetos fenicio y griego.
Cultivo de algunas plantas, ampliación del trabajo esclavo, nuevas técnicas de agricultura, artesanía ( torno alfarero se conoce en la Península hacia el V a.C.), perfeccionamiento en la técnica de extracción de minerales, estímulo en el establecimiento de ciudades con todas sus consecuencias.
Uso de la moneda acuñada, que pode a los indígenas en una economía monetaria.
Todo ello en zonas costeras del Sur y del Este y en el Valle del Guadalquivir, lo que hace que se consoliden o se desarrollen las organizaciones sociales. Por ejemplo Tartessos. Los contactos aceleraron el proceso.
La colonización cartaginesa fue muy diferente, pues explotó directamente los territorios, siendo en esto precursores de los romanos.
Por último decir que, aunque las colonizaciones significaron una explotación a los indígenas, posiblemente por su menos desarrollo, fueron también un elemento que contribuyó a afianzar en ciertas zonas de la Península formas de vida más avanzadas que las que existían en otras regiones. El efecto de las colonizaciones se haría sentir, por lo tanto, en las diferencias existentes en el desarrollo de las diversas regiones peninsulares a partir de entonces.
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA DE LOS PUEBLOS DE LA CELTIBERIA.
Disponemos de las fuentes literarias referentes a la época de la conquista y comienzos de la romanización y de los textos epigráficos.
Un texto de Estrabón es de gran importancia para conocer el estado de la romanización en Celtiberia en la época en la que él escribía o un poco antes (siglo I a. C.) y las costumbres de vida de los indígenas. Celtiberia, dice, se halla situada tras la Idoubeda (Cordillera Ibérica) y es en general una región áspera cruzada por ríos. Los celtíberos son un pueblo perteneciente a la migración céltica que se halla dividido en cuatro partes, aunque otros autores señalan cinco, sin que sea posible llegar a un acuerdo en esto. Numantia es la más famosa, de los arévacos, por la fiereza de sus habitantes en las luchas con los romanos. Estrabón añade que tienen una divinidad innominada, cuyo nombre sin duda era tabú, a la que festejaban las noches de luna llena danzando hasta el amanecer. La vida gentilicia se manifestaba en las comidas en común y por el hecho de que todos los parientes dormían en común; la disposición de las casas en Numancia, Tiermes y el Castro de Santa María de la Huerta, muestran que se comía en comunidad, sentados en bancos corridos adosados a las paredes, en torno a un hogar central, alrededor del cual también dormían el grupo de parientes.
La organización social estaba fundada sobre lazos de parentesco; éstos constituían grupos de consanguíneos descendientes de un antepasado común que recibían en latín el nombre de gentes, los grupos mayores, y gentilitates, los menores. No existe concordancia entre las fuentes literarias- que no mencionan las gentes y gentilitates que se documentan epigráficamente- y las fuentes epigráficas. Aquellas utilizan para referirse de una manera vaga y poco exacta a las organizaciones más amplias de la sociedad indígena los términos de gentes, populi, gene y ethne. Ya hemos visto que Apiano dice de los belos que son un genos de los celtíberos, en equivalencia a una de las partes, y que todos los celtíberos forman un ethnos. Los autores latinos usan la palabra populus para referirse a esta realidad global, aunque en ocasiones los populi de que nos habla Plinio parecen corresponderse con entidades más reducidas y ser el equivalente de las gentes que aparecen en la epigrafía.
El conocimiento más exacto de las organizaciones de parentesco indígena procede fundamentalmente de las inscripciones latinas de época romana, en un momento en que el sistema gentilicio había sido sustancialmente transformado por la influencia romana. Estas gentes y gentilitates son en general genitivos en plural céltico terminados en -cum que forman parte del sistema onomástico de los individuos indígenas. De los estudios realizados sobre el sistema gentilicio se deduce que los lazos de sangre, en el ámbito de grupo de parentesco, fuese la gens o la gentilitas , eran más fuertes que los que imponía la familia restringida; Es decir, que lo importante para los individuos era pertenecer a un grupo amplio de parentesco, que podía comprender otros grupos, dentro de los cuales la familia era el menor, y por lo tanto la filiación particular algo secundario.
Se ha supuesto que la influencia de la organización familiar romana, en la cual era normal la expresión de filiación paterna, pudo contribuir a que entre los indígenas se extendiera el uso de la expresión de la misma, aunque parece que ya antes de los romanos hallamos mención de la filiación y de la ciudad a la que pertenecía el individuo, lo cual quiere decir que para ellos estos factores comenzaban a tener importancia además del hecho de pertenecer a una determinada gentilitas.
Se ha especulado mucho sobre si todos los pueblos celtíberos tenían la misma forma de organización social; la aparición de gentilidades en el bronce de Luzaga, de fecha indeterminada entre finales del siglo II y el siglo I a. C., en las dos tabulae contrebienses, de comienzos del siglo I a. C., y posiblemente en algunos grafitos cerámicos numantinos y estelas clunienses, todos ellos de época republicana, permite afirmar que la organización gentilicia era el sistema social propio de los celtíberos antes de la conquista romana.
Vida urbana de los pueblos de la Celtiberia.
Vivían en distintos tipos de asentamientos que las fuentes denominan urbes, civitates, vici y castella. Las urbes eran organizaciones políadas del tipo de ciudad-estado antigua, con un núcleo urbano mas o menos desarrollado y un entorno agrario dependiente de él; las civitates eran organizaciones políticas indígenas autónomas que podían tener o no una configuración urbana; los vici y castella eran asentamientos menores y corresponden a los poblados y castros característicos de estos pueblos que documenta la arqueología. Por los hallazgos y por el texto de Estrabón, que coinciden, podemos ver que los asentamientos de carácter urbano se ubican preferentemente en Carpetania, los valles del Jalón y del Ebro, en las comarcas más ricas, más civilizadas y donde la vida urbana de tipo romano tuvo después una mayor difusión. En los territorios de arévacos y pelendones había algunas poleis, como Numantia, Termes, Uxama, pero la población vivía generalmente dispersa en aldeas o poblados en torno a una torre de defensa que aparecen mencionadas como vici y castella. El proceso de constitución de ciudades parece que estaba desarrollándose cuando llegaron los romanos, en la primera mitad del siglo II a. C. Con posterioridad a la conquista romana la tendencia a la constitución de nuevas ciudades continuó, reasentándolas en lugares llanos, donde era más fácil dominarlas, o reorganizaron su estatuto administrativo, por ello el desarrollo de la vida urbana bajo el Imperio no era una mera prolongación de la época anterior, sino que en algunos casos presenta rupturas o discontinuidades significativas. Un caso muy claro de esto se ve en Numancia.
La Organización política de las ciudades contaba con una asamblea popular, un consejo de ancianos o senado aristocrático y unos magistrados, presumiblemente electivos. Los textos de los autores clásicos relativos al comienzo de las guerras celtibéricas en 154-153 a.C. nos permiten comprender el funcionamiento de estas instituciones y sus relaciones. En el año 154 a.C., cuando los romanos ordenaron a los segedenses destruir la muralla que habían levantado y acatar los tratados de Graco, dice Diodoro (31,39), que uno de los ancianos, llamado Cacyro, respondió a los legados y que el pueblo ratificó unánimemente sus palabras. También entre los arévacos el pueblo, reunido en asamblea, decidió la guerra contra los romanos al conocer los éxitos de los lusitanos sobre ellos. Así, la organización política de las ciudades arévacas se basaba, pues, directamente en su organización social, en la que la aristocracia gentilicia constituía el grupo dominante en las mismas. Esta estaba formada por los propietarios de grandes rebaños de ganado e importantes clientelas que constituían la base de su prestigio social; la riqueza económica, por otra parte, era la condición necesaria para la adquisición de una armadura espléndida, que en los textos aparece como algo distintivo de la aristocracia indígena y lo que les daba el papel principal. El órgano político de esta clase era el consejo de ancianos, pero que no correspondía ya a un organismo de edad. Era el organismo que tenía un papel principal en las ciudades y la asamblea únicamente decidía sobre las propuestas que éste le presentaba, aunque la asamblea sí que elegía los jefes militares, durante un año.
Además de los jefes militares elegidos durante las guerras contra los romanos conocemos, fundamentalmente por fuentes epigráficas de época tardorrepublicana y altoimperial, otras magistraturas de carácter civil que reciben en latín los nombres de magistratus, praetor. Por lo que podemos deducir de las fuentes, estos magistrados ejercían la administración de justicia en las ciudades o actuaban como representantes de las mismas, actuando como garantes de los actos acordados con otras ciudades, con individuos particulares o con grupos gentilicios ajenos a la ciudad, como pudieran ser los pactos de hospitalidad o clientela.
Hospitium, clientela y devotio.
Hemos de referirnos también a un conjunto de instituciones que establecían vínculos de interdependencia entre grupos humanos (grupos gentilicios o ciudades), entre individuos y grupos o entre individuos aislados, que frecuentemente tenían un carácter jerárquico. La proliferación de estas prácticas institucionales, junto con el desarrollo de una clase aristocrática y de las estructuras urbanas, fueron los elementos principales que contribuyeron a la evolución del sistema gentilicio, a su transformación y, ya bajo el dominio romano, a su progresiva desaparición.
El hospitium o pacto de hospitalidad permitía adquirir los derechos de un grupo gentilicio a otros grupos gentilicios o a individuos aislados. La institución del hospititum permitía establecer lazos más estrechos entre ellos sin que esta personalidad propia se perdiera; los contrayentes del hospitium se convertían en huéspedes (hospites) mutuos y el pacto de hospitalidad generalmente se hacía constar en un documento denominado tésera de hospitalidad. Se conocen unas pocas decenas de este tipo de documentos, procedentes de la Meseta Central, escritos en latín o en lengua indígena; son unas láminas de metal recortado en siluetas de animales que quizás tenían un significado religioso. Se ha supuesto que inicialmente el hospitium se concertó en un plano de igualdad entre ambas partes, poco a poco al surgir diferencias económicas entre unos grupos y otros y entre los individuos, el hospitium habría ido asumiendo un carácter de dependencia que lo habría llevado a asimilarse, en su contenido, con la clientela. La clientela consiste en formar comitivas en torno a los individuos más importantes de una comunidad tribal. La relación entre estos individuos, normalmente aristócratas, y sus seguidores era una relación contractual basada en la desigualdad de riqueza e influencia de ambas partes. Estas clientelas tenían frecuentemente un carácter militar, al que se le unía un vínculo religioso, por el cual los clientes tenían la obligación de seguir al jefe a la batalla y no sobrevivirle en caso de que éste muriera en combate. Tales clientes recibían el nombre de devotos o soldurios y esta forma especial de clientela militar es el de devotio. Aquí los lazos de consanguinidad no juegan ya ningún papel. Los individuos más pobres se ponían en la clientela de un aristócrata y estos a su vez se unían a sí mismos.
El hospitium, clientela y devotio se concertaban sobre la base de la fidelidad (fides) a la palabra dada por ambas partes; probablemente una alusión a este concepto de fides es la forma de algunas téseras de hospitalidad que representan dos manos entrelazadas.
Ya durante las guerras de conquista distintos políticos romanos utilizaron la institución de la clientela indígena y, en general, los tratados o acuerdos basados en la fides para vincular a sí mismos y al estado romano a los pueblos celtíberos de la Meseta. Personajes como Sertorio, Pompeyo y César tuvieron clientelas muy importantes en Hispania y, especialmente, en la Meseta. La obra de Badian ha señalado justamente la importancia de las clientelas en la expansión y articulación del Estado romano fuera de Italia. Los políticos y generales establecían tratados con los indígenas, actuando en Roma como defensores de tales pactos y, eventualmente, de los intereses de los indígenas, funcionando de esta manera como un patrono romano; de forma que se fue dando progresivamente una identificación entre clientela indígena y la clientela romana. Al vincularse a la clientela de un determinado patrono, los individuos que lo hacían normalmente adoptaban el nomen romano del mismo, pasaban a formar parte de su gens y, eventualmente, adquirían la condición de ciudadano romano.
El “ Bronce de Luzaga” es la más importante inscripción en lengua celtibérica, que presumiblemente registra un hospitium entre las ciudades de Arecoratas y Lutia. Comprende 8 líneas y unas 24 palabras, y como aún no se ha logrado traducir la lengua celtibérica más que de un modo muy imperfecto, no se puede conocer demasiado bien este documento.
LOS LUSITANOS.
ORÍGENES Y SITUACIÓN SEGÚN LAS FUENTES ANTIGUAS.
Muchas dificultades a la hora de determinar el origen. De los pueblos de la fachada atlántica, los lusitanos eran los más numerosos y los más aguerridos. Parece que se establecieron hacia el siglo VI a.C. entre el Duero y el Tajo, provenientes de las montañas helvéticas, pero lo cierto es que hoy día se desconoce el origen de este pueblo. Su núcleo central lo constituía la Sierra de la Estrella y las estribaciones de la Sierra de Gata. Limitaban por el Sur de los célticos, por el Norte con los galaicos y por el nordeste con los vetones, es decir, ocupaban entre ambos ríos la zona del declive de la Meseta con una gran penetración en Extremadura. Para Estrabón llegaban desde el río Tajo hasta el mar Cantábrico. Para Mela, ocupaban la parte occidental del Guadiana. Por su parte Plinio los sitúa en el cabo de San Vicente y en el Duero y señala algunos de sus pueblos y ciudades más significativos.
ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA.
La forma de estar socialmente organizados era el régimen gentilicio, que los epígrafes recogen con el nombre de gentes y gentilitates. Pero parece que por los hallazgos nos hacen suponer la existencia de un régimen tribal para toda la región lusitana. Albertos señala que las regiones portuguesas de la Beira y las gallegas carecen de testimonios de gentilitates, mientras que abundan los teónimos. Por el contrario, en las regiones del interior, Cáceres, Salamanca, y Zamora, donde se han documentado muchas gentilitates, apenas si existen teónimos de origen gentilicio. Esto se explica, según Albertos, por un proceso de migraciones y movimientos de los pueblos.
La característica fundamental del régimen gentilicio consiste en que los individuos se hallan unidos entre sí en función de los lazos que establece la consanguinidad, es decir, por el parentesco, independientemente de los vínculos que la condición de coterritoriedad pueda imponer.
En el seno de la comunidad, las relaciones de parentesco eran muy complejas. Lo normal era una descendencia por línea masculina; la onomástica indígena se mostró reacia a desaparecer.
El régimen de gobierno de los lusitanos era la jefatura militar. Los caudillos, o jefes militares, se elegían en asambleas populares. El término usado para designar a estos jefes militares es de Hegoumenos, es decir, “conductor de grupos”. No parece que exista una regla sucesoria entre ellos, sino que su nombramiento se debe a una elección en la que los factores de valor, habilidad de guerra, etc., eran los que se tenían en cuenta. Todo indica la existencia efectiva de una magistratura militar electiva entre los lusitanos, cuyos jefes eran elegidos en función de sus cualidades personales.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
Fuentes de riqueza: agricultura, ganadería, caza, pesca y relaciones de propiedad.
Es preciso recurrir a los textos de los autores antiguos (Polibio, Diodoro, Estrabón, Plinio, etc.) que nos ilustran sobre las fuentes de riqueza, pues las excavaciones son escasas.
Rica en frutos y en ganado, en oro, plata y muchos metales (Estrabón). Ganadería, porcino y ovino, aunque también bovino y caballar, agricultura de manera complementaria, de base cerealística principalmente, aunque también había vid y olivos, así como lino. Recolección de bellotas y castañas. El predominio de la actividad ganadera venía determinado por el desarrollo económico y por la naturaleza del terreno: zonas montañosas, poco aptas para la agricultura.
El caballo elemento especial en la economía lusitana. Buenos jinetes.
La caza era muy abundante, y servía de complemento, cabra salvaje y ciervo lo más frecuente en los hallazgos óseos. La pesca era muy abundante también.
No se puede afirmar categóricamente que la propiedad de la tierra fuera comunal, aunque pudiera ser. Es probable que en las zonas llanas existiera un mayor reparto de la propiedad, mientras que en las zonas del interior, más montañosas, la propiedad de la tierra era individual. Las tierras podrían ser comunales, pero los ganados no. Los dueños serían unos pocos propietarios que tenían bajo su mandato a un gran número de pastores. El excedente de población, sin tierras y sin ganado, constituiría la base de las razzias y del bandolerismo lusitanos, expresamente señalado en las fuentes literarias.
FUENTES DE RIQUEZA: MINERALES E INDUSTRIA, ORFEBRERÍA Y CERÁMICA.
Se habla del Tajo como portador de oro. Plomo en la comarca de Meda. Igualmente el bajo Alemtejo era rico en minerales. No se puede pensar en explotaciones a gran escala, sino en pequeños talleres para abastecer las necesidades de áreas restringidas, pero pudieron existir algunos centros de producción mas especializada relacionables con la fabricación de armas; a la industria metalúrgica, de carácter guerrero, habría que sumar también la fabricación de instrumentos agrícolas o artesanos destinados a diferentes usos, así como otras industrias de tejidos de lujo, según se desprende de Diodoro al referirse a las bodas de Viriato.
Orfebrería de formas y estilos orientalizantes. Recipientes de plata del tesoro de Pedrào(castelo Branco), los torques de la región del Tajo y las arracadas de Monsanto da Beira y Golegà, muy vinculados a la orfebrería de los castros portugueses del norte del Duero. Destaca el brazalete de Estremoz y el tesoro de Segura de León, en la Sierra Martela (Badajoz).
En cerámica no hay mucha documentación. Los hallazgos del castro Da Carcoda responden a tipos netamente castreños del Noroeste. Los tipos de cerámica más representativos son: cerámicas a mano, bien sean lisas o decoradas, que indican la perduración de tipos ligados al horizonte Cogotas I; cerámicas estampilladas, casi todas a torno.
Pueblos prerromanos: El norte peninsular.
LOS GALAICOS.
Tienen una forma distinta de organización social que los astures o los cántabros; no hay indicios de organización gentilicia. Por esto mismo hay que tratarlos individualizadamente con respecto a los otros pueblos del norte peninsular.
Su hábitat es el castro, que veremos más adelante, y por ello se habla de “cultura catreña”.
ORÍGENES, SITUACIÓN Y LÍMITES SEGÚN LAS FUENTES ANTIGUAS.
Posiblemente llegaron a la península hacia el siglo VI a.C.(al igual que los lusitanos), pero por no haber pruebas de ello no se puede afirmar que sean del mismo origen helvético.
A la llegada de los romanos, el complejo étnico galaico estaba constituido por gentes de tradición megalítica y del bronce indígena (que se les llama Oestrimnios). A éstos hay que sumar gentes mediterráneas, más las oleadas indoeuropeas y algunos de la Meseta. Todo esto será el pueblo galaico.
Las fuentes para su conocimiento serán tardías, pues la infiltración romana no se dio hasta el siglo II a. C. Con Bruto, en el año 138 a. C. (aunque la romanización, lógicamente, es posterior a esta fecha).
Las fuentes romanas nos presentan el territorio dividido en dos “ conventus jurídicos “: el Lucense con centro en Lucus Augusti y el Bracarense, con centro capitalino en Bracara Augusta.
Ocupaban los núcleos montañosos de las provincias de Orense y Lugo. El área estaba entre el Duero y el Miño por una parte y las montañas de Géres y de Queixa, por otra.
La población se concentraba en “castella” y no en “centuria” como se creía hasta hace muy poco; esto queda demostrado por el arqueólogo Albertos.
Albertos demuestra también en sus estudios que, estos “castella” no son verdaderas comunidades, ya que no tienen entidad desde la perspectiva del derecho público. Los castella tenían su territorio propio dentro de la civitates. Así, entre varios castella -castros-formarían una civitates; pero hay que señalar que las civitates indígenas no eran tampoco verdaderas comunidades similares a las de tipo romano.
TRIBUS, PUEBLOS Y CIUDADES SEGÚN LAS FUENTES ANTIGUAS. (Plinio y Tolomeo)
Existe un gran fraccionamiento poblacional entre las diferentes tribus, que además suelen ser poco numerosas.
En el “conventus Bracarense» se cuentan hasta 29 diferentes:
Aebisocios
Anfiloquios
Ambrigenses
Aquiflavienses
Bibalos
Celerinos
Helenos
Equaesios…
En el “conventus Lucense” hasta 16, según Plinio:
Albiones
Pésicos
Artabros
Brigantes
Lapotianos
Yugones
Egobarros etc.
No todos estos pueblos constituyen grupos étnicos diferentes, pues algunos tomaban el nombre de un accidente geográfico, un río etc. Parece ser que eran gentes que habitaban en castros determinados, pero de distinto origen étnico entre sí y sin mayor relación entre ellos.
LA CULTURA CASTREÑA.
Galicia es el núcleo principal de este tipo de cultura, aunque no el único (Asturias, León, parte norte de la Meseta…)
Según Avieno, desde el siglo VI a. C.
HÁBITAT Y URBANISMO:
Tienen dos tipos de emplazamiento:
Costeros.
Interiores (normalmente situados en zonas altas, en promontorios).
Normalmente no adecuaban las zonas donde se instalaban; además de las defensas naturales, construyen otras como murallas, fosos, terraplenes, torreones y las llamadas “piedras hincadas”, para evitar que la caballería enemiga pudiera avanzar. Las murallas rodean todo el castro.
Los castros son muy variables de unos a otros, pues los hay muy simples y otros muy complejos. En cuanto a los materiales que emplean suele ser la pizarra o la piedra de granito, según la zona en la que se emplacen y dependiendo de la facilidad para conseguirlos. No hay más que ir a Galicia y observar prácticamente lo mismo en la actualidad. Las viviendas de un primer momento tienen la planta de tipo circular u oval, y posteriormente, con la influencia romana parece que tienden a ser de tipo rectangular o incluso cuadrangular.
Hay una construcción que actualmente no se sabe cual era su función, son los llamados “monumentos con horno”; hay creencias de que eran de tipo funerario, para incinerar a los muertos, pero también hay teorías que los encuadran en funciones de tipo ritual con el agua, o incluso como hornos de cerámica, o de pan sencillamente.
En cuanto al nº de habitantes de un castro, aunque es imposible determinarlo con exactitud, se habla de 250 por castro, aunque volvemos a repetir la cuestión de la dispersión y el aislamiento geográfico.
PROCESO DE TRANSFORMACIÓN URBANÍSTICA DE LOS CASTROS.
Tiene dos fases:
Siglo II a. C. Tras las primeras acciones de Bruto en Gallaecia.
Tras la conquista del territorio por Augusto.
En la 1ª fase se produce una erección de murallas de tipo reticulado, trabajados los materiales con instrumentos de hierro.
En la 2ª se observa una mejora de las defensas, y cambia la ubicación de las viviendas, formando barrios.
Tras la dominación romana se establecieron los llamados castros agrícolas y mineros. (Explicar si es necesario; Es muy fácil de hacer).
ORGANIZACIÓN POLÍTICO- SOCIAL.
Un castellum está dentro de una civitas. El castellum tenía una cierta independencia administrativa.
En general, en un populus o civitas hay varios castellum; en cada uno de esos asentamientos vive una comunidad autónoma de las otras comunidades, pero que únicamente junto a ellas compone una civitas. Esto es muy importante porque sólo pasa en esta zona. Blázquez afirma que los castella también se hallan en el pueblo de los ilergetes y en todo el norte de la Península.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
Agricultura desarrollada más de lo que se pensaba en un principio. De tipo intensivo. Cereales como trigo, mijo, maíz.
No parece que exista la propiedad individual. Propiedades pequeñas y medianas.
La mujer es la que trabaja la tierra, pues el hombre pesca y lucha.
Los útiles de agricultura son muy rudimentarios, y por tanto los rendimientos son escasos.
Ganadería: vacas, ovejas, cabras, caballos y cerdos. Pero no es una actividad fundamental; es menos importante que la agricultura. Hay límites entre los castros para que los pastos de los ganados estuvieran bien delimitados.
Poca caza.
Importante la pesca y la marisquería.
Minería: aunque hay pocos hallazgos arqueológicos, las fuentes antiguas hablas de su importancia para la economía de la zona: estaño, plomo, magnetita, ámbar, hierro…
Las guerras contra celtíberos y lusitanos y la guerra sertoriana.
Causas y comienzo de las guerras contra celtíberos y lusitanos.
La intervención romana en la meseta septentrional. (153- 143 a. C.)
Viriato y el fin de la guerra lusitana.
Numancia.
La figura de Sertorio y la consolidación de su poder en Hispania.
Las victorias de Metelo y Pompeyo y el fin de Sertorio.
INTRODUCCIÓN.
Mediados del siglo II A.C. Celtíberos y lusitanos plantean graves problemas militares a Roma. No hubo nunca una planificación concertada de ataques al ejército romano, y esto favoreció a los romanos.
Para el conocimiento de este periodo disponemos de la obra de Polibio, testigo presencial de los hechos. Polibio señala la importancia de las guerras celtibéricas, pues según él, pusieron de relieve la quiebra de la sociedad romana, la ineptitud de la oligarquía dominante, la desintegración moral de la clase dirigente, y la situación de degradación del ejército.
Las fuentes clásicas polarizaron estas guerras en torno a dos ejes: Numancia y Viriato; pero en realidad, el conflicto alcanzó prácticamente a toda la Península.
Concurren los problemas socioeconómicos de los pobladores celtas de la Meseta, en especial los celtíberos y lusitanos, sus hábitos guerreros, su pobreza, su amor a la libertad. Y con ellos el desinterés de Roma por unas tierras pobres, sumado a sus luchas en Grecia, Próximo Oriente, en el norte de África contra Cartago, lo que significa la precariedad en Roma en hombres y en dinero. Todo esto determina unas guerras lentas, crueles, trágicas, pero que van a cambiar el signo de la sociedad romana con el logro definitivo de sus afanes imperialistas.
CAUSAS Y CARACTERES DE LAS GUERRAS.
Podemos hablar de 4 causas:
Problemas sociales y económicos de los celtas de la Meseta.
Las provocaciones de Roma con sus tributos y exacciones.
La pertinaz violación de los pactos y absoluto desprecio por la vida y la libertad de los pueblos hispanos.
La convulsión política, social y económica que acarreó a la sociedad romana el abierto imperialismo, mal preparada para gestionar adecuadamente este Imperio sobreabundante en tierras, poder y dinero.
1. La estructura social indígena.
Hay que tener en cuenta que se enfrentan dos estructuras políticas y sociales diferentes: Roma, políticamente basada en la ciudad-estado y en la familia con desarrollo de la propiedad privada y el libre mercado como modo de producción; por otro lado, el mundo celta, gentilicio, en el que prevalece la comunidad de bienes y donde la propiedad de la tierra está en trance de pasar a manos privadas o se ha acumulado en pocas familias. Además era frecuente la formación de bandas y guerrillas que buscan en el saqueo y la guerra tierras en que asentarse y bienes con que atender la subsistencia de sus familias. En la Meseta, la tierra escasa y más bien pobre no puede atender al crecimiento de la población, de ahí que los más jóvenes sean los alentadores de estas luchas. Y Roma arrebata tierras e impide el pillaje a unas gentes que tenían en las armas y en su libre actuación guerrera la posibilidad de resolver sus problemas.
2. Las provocaciones de Roma.
La política tributaria de Roma es de verdadero saqueo, y con una sistemática violación de los pactos que el Senado impone. Pero es que en Roma también cunde el descontento, pues las gentes jóvenes eran sacrificadas para las guerras, dejando desatendidos los campos y ofreciendo sus vidas por unas conquistas que daban gloria y dinero a la aristocracia, pero que a ellos les empobrecía cada vez más. Resultado de esta precariedad de ejércitos y mando preparados, pues los mejores iban a Oriente, a Hispania llegaron ejércitos bisoños mandados por generales más ambiciosos y avaros que preparados y conocedores de las peculiaridades geográficas y humanas de las tierras en que iban a combatir. Cumplían unas consignas del Senado, que exigió métodos expeditivos y resultados en conquistas y botín, que eran demasiado para la Meseta, despreciando un mínimo trato humanitario. No hubo por parte de Roma una conquista planificada, sino una guerra de asedio y exterminio, calificada por Polibio como «guerra de fuego».
Por la parte hispana hay que tener en cuenta que la mayoría de los contingentes del ejército no estaban integrados por los lusitanos y celtibéricos de todas las clases sociales; abundaba una juventud necesitada y rebelde ante la situación, hostiles también contra sus mayores mejor situados en tierra y ganado. Muchas veces fueron rústicos pastores y casi nunca tuvieron jefes preparados, sino héroes ocasionales.
Roma tenía que someter y reducir por la fuerza al enemigo; difícil, pues el tipo de lucha empleado por los celt. era la emboscada. Los romanos utilizaron como novedad el cerco a las ciudades, del que Numancia es el ejemplo más expresivo y conocido.
LA INTERVENCIÓN ROMANA EN LA MESETA SEPTENTRIONAL. (153- 143 a. C.)
Las campañas de F. Nobilior y C. Marcelo en la Citerior.
La tribu de los bellos, propusieron a otros pueblos vecinos la rebelión a Roma. Fue desde la ciudad de Segeda. Proyectaron ampliar las murallas hasta unos 7 kms. Informado el Senado del proyecto de rebelión, ordenaron a sus delegados que prohibieran esta fortificación, en virtud de las cláusulas firmadas con Graco. No llegaron a un acuerdo. Los embajadores llegaron a Roma y pusieron al corriente al Senado de lo ocurrido, lo cual les indignó y declaró la guerra a los de Segeda.
Roma en lugar de enviar a la provincia Citerior un pretor, como era costumbre, mandó a uno de sus cónsules; con un ejército de acuerdo con sur rango militar, que doblaba el número de efectivos. Además también fue novedad en ese año 153 que los cónsules comenzaran en su mando el 1 de Enero, en lugar del 15 de Marzo como hasta entonces, lo que les dio más tiempo para disponer de sus operaciones militares.
Esto sorprendió a los de Segeda. Abandonaron la muralla, la ciudad y buscaron refugio en la serranía soriana, zona de asentamiento de los pelendones, que tenían como centro más importante Numantia. Esta ciudad era de difícil acceso al estar enclavada entre los ríos Duero y Merdancho, y rodeada de selvas y valles.
Nobilior fue derrotado por la coalición celtibérica, pero éstos cometieron un gravísimo error, el de perseguir a los legionarios fugitivos, lo que les situó ante la caballería romana, que custodiaba los bagajes; hicieron muchas bajas, entre otras las del caudillo segedense Caros. El consul persiguió a los arévacos hasta Numantia a través de la vía que une Medinaceli con Almazán y Garray. Nobilior asentó sus reales a 34 estadios de la ciudad, pues desde allí podía ejercer el control total de las comunicaciones que confluían en Numantia.
Los aliados celtibéricos refugiados en Numantia proclamaron jefes a Ambón y Leucón. Nobilior atacó incluso con elefantes, pero no evitó el fracaso romano. No repuesto de la derrota atacó diferentes ciudades aliadas en donde los celt. tenían sus almacenes de provisiones. El frío, la nieve y la escasez de víveres causaron muchas bajas en las filas de las legiones. Los resultados no fueron positivos para los romanos en estas primeras campañas.
En el año 152 a.C. M. Claudio Marcelo sustituyó a Nobilior en el cargo consular. Su proyecto era crear las condiciones precisas para la pacificación de las regiones inmediatas a la frontera provincial en el curso del alto Jalón. Bellos y tittos fueron acogidos dentro de la ciudad de una manera digna, so así los arévacos – enemigos y no aliados de Roma-. Tras deliberaciones de todas las partes, se llegó a la decisión de conseguir la rendición incondicional de los indígenas, y tachaban al pacifista Marcelo de cobarde. Marcelo siempre quiso conseguir un acuerdo, pero el Senado no. Así que llevó su ejército hacia Numantia y obligó a los indígenas a refugiarse en ella. Litennón, caudillo de los Numantinos, y sus aliados solicitaron la paz para los bellos, los tittos y los arévacos. El cónsul exigió a los celt. la entrega de 600 talentos, una cantidad exagerada para estos pueblos de economía exclusivamente agrícola.
Se eligió como sustituto de Marcelo a L. LICINIO LÚCULO, en el 151 a.C. Estaba ansioso de aumentar su gloria y fortuna personal. Si finalizaba su empresa con éxito, facilitaría en el futuro el aprovisionamiento de las tropas legionarias. Pero no era fácil, pues si iba avanzando en territorio enemigo, su retaguardia podía ser atacada. Así, franqueó el Tajo y llegó a la ciudad de Cauca (Coca) en donde acampó, diciendo como excusa que los caucanos habían molestado a los carpetanos, súbditos de Roma. El senado de Cauca recomendó entregarse a Lúculo, y éste les exigió tres cosas: que entregasen rehenes, que diesen 100 talentos y que sumasen su caballería a la del ejército romano. Cuando lo hicieron, el romano ocasionó una gran matanza, sin cumplir su palabra de no agredirles dada anteriormente. A continuación alcanzaría Intercatia, destruyendo la campiña y poniendo cerco en la ciudad. Según Apiano, una vez que Lúculo firmó el pacto con los de Intercatia se dirigió a Pallantia. Como no tenía víveres hubo de retirar el cerco a esta ciudad, hacia el río Duero. Finalizada la campaña contra los vacceos, y porque se avecinaba el invierno, Lúculo se retiró a Corduba en el territorio de los turdetanos, ciudad en donde también había invernado Claudio Marcelo, su predecesor.
VIRIATO Y EL FIN DE LA GUERRA LUSITANA.
Dux e imperator para unos, para otros un bandolero sin ideología, que sólo buscaba el éxito. Sus campañas contra Roma tuvieron un objetivo político y militar claro: la independencia de su pueblo de Roma y la expansión para conseguir nuevas tierras. Pero aunque lo hubiera conseguido, no habría podido mantenerlas, pues carecía de capacidad organizadora.
Viriato contra los romanos (147- 139 a.C.)
En el 147 hay unas razzias lusitanas que causan la derrota a los romanos y la muerte del pretor Vetilio, en una zona entre la actual Jérez de la Frontera y Utrera (Tribola).
En el 146 Viriato derrota al pretor C. Plautio en la Carpetania. Éstos éxitos aumentaron el prestigio de Viriato sobre las tribus de la Meseta, llegando a firmar alianzas con alguna de ellas. El mismo año conquistó Segóbriga. Viriato derrotó también a Claudio Unimanio. Se convirtió en la pesadilla de los romanos.
Q. Fabio Máximo se enfrentó a Viriato haciéndole abandonar el valle del Betis. Después de este éxito, los romanos llegaron a creer que un pretor era suficiente para gobernar esta provincia. Pero no fue así, pues las victorias lusitanas alentaron la rebeldía en Celtiberia.
En el 143, el cónsul encargado de la guerra contra Viriato fue Q. Cecilio Metelo y como pretor Quincio; no sabían ni el tipo de guerra más efectivo en la Península, con lo que las campañas fueron favorables para Viriato y los lusitanos ganaron posiciones en el Sur. Quincio encomendó la guerra a su cuestor, C. Marcio, un hispano de Italica. Viriato se hizo fuerte en Itucci (Martos ), demostrando que era dueño de la situación en la Bética, sin que los romanos pudieran oponerse decididamente.
En el 141 a. C. Roma quiso acabar con la pesadilla: envió al cónsul Q. Fabio Máximo Serviliano, de la familia de los Escipiones, con 19.600 hombres, 10 elefantes y jinetes africanos. Viriato, tras éxitos parciales, se ve obligado a retirarse a Lusitania. Serviliano castigó con dureza a cinco ciudades de la Bética, aliadas de Viriato. Pero tuvo que hacer frente a los bandoleros Curio y Apuleyo que le obligaron a retirarse a lugares seguros.
En el 140 Viriato reanuda las hostilidades. Serviliano puso sitio a la ciudad de Erisane y el lusitano acudió en socorro y obligó al cónsul a negociar la paz. Las condiciones eran que los romanos debían respetar los límites que en ese momento separaban ambos dominios. El pueblo romano dio el visto bueno y concedió a Viriato el título de amicus populi romani. Esto parece que situaba al lusitano en la cumbre de su prestigio.
Pero como Roma no aceptaba pactos de igualdad con otros pueblos, esto fue efímero. En el 139, con el Cónsul Q. Servilio Cepión reanudaron las hostilidades. Viriato, sorprendido por esta actitud, se retiró a la Carpetania y más tarde a Lusitania. Cepión atravesó el territorio de los vettones y llegó hasta el de los galaicos, que ocupaban las tierras portuguesas que van del Duero al Miño. Viriato atravesaba una situación difícil, agravada por los lusitanos afectos a Roma, traidores a él. No sirvió de nada ejecutar a algunos de estos traidores, como a su suegro Astolpas, que no defendían sus razzias. Pompilio Lenas exigió que le entregara los rebeldes más destacados y la deposición de las armas. Viriato rompió las negociaciones, pero obligado por su propio pueblo hubo de volver a iniciarlas, mediante tres amigos: Audax, Ditalkon y Minuros, naturales de Urso (Osuna) ciudad súbdita de Roma. Cepión los sobornó con ricos presentes y promesas personales de futuro, y les pide que asesinen a Viriato. Así fue. El Senado romano no reconoció el pacto convenido entre Cepión y los asesinos, ya que se consideró esta acción criminal como indigna y a Cepión le negó los honores del triunfo.
La desaparición de Viriato no supuso el fin inmediato de la guerra, pero sí mermó considerablemente la resistencia lusitana, permitiendo a Roma centrar su atención en la represión de la rebelión celtibérica.
P. CORNELIO ESCIPIÓN EL AFRICANO Y LA RENDICIÓN DE NUMANCIA.
Las derrotas continuas de los romanos contra los numantinos pusieron de relieve la ineptitud de los primeros. Entonces, el Senado nombró a una persona competente, para poner fin a estos actos bochornosos. P. Cornelio Escipión, el reciente destructor de Cartago, vuelto a ser elegido cónsul para el año 133 a. C.
Escipión recurrió a la clientela de reyes de África y Asia, a los veteranos de la última guerra púnica y a 500 clientes romanos, pues no le dieron nuevas tropas argumentando que se necesitaban para hacer frente a la sublevación de los esclavos en Sicilia. A éstos les llamó » escuadrón de los amigos».
El ejército que iba a recibir Escipión de sus antecesores en Hispania estaba muy bajo de moral. La tarea de Escipión consistió en imponer una dura disciplina antes de entrar en liza. Marchó después hacia Numantia, pero dando un rodeo penetrando en territorio de los vacceos, buscando el trigo necesario para su avituallamiento; continuó su marcha hacia Cauca, a la que envió legados para advertir que no tenía intención de atacarla; a continuación avanzó hasta las cercanías de Numantia llegando hacia el mes de octubre. Con una muralla de nueve kms. rodeó Numantia y construyó siete campamentos. Esto fue muy rápido y sorprendió a los numantinos. Con señales ópticas se comunicaban alrededor de la muralla y los correspondientes campamentos. No podía salir nadie. Los numantinos trataron de negociar la paz y enviaron embajadores a Escipión, presididos por Ávaros. Escipión les exigía la rendición incondicional. Pocos sobrevivieron a la lucha. Exhaustos de fuerzas y víveres, tras una lucha heroica, Numantia se rindió a finales de Julio o principios de agosto de 133 y sus tierras fueron distribuidas entre las comunidades vecinas. Celebró en Roma su triunfo en el 132.
A la caída de Numantia sigue un periodo de 20 años de paz, durante el cual el proceso de anexión territorial se detuvo: el Pisuerga fue el límite del dominio romano en la Meseta Septentrional.
LA FIGURA DE SERTORIO Y LA CONSOLIDACIÓN DE SU PODER EN HISPANIA.
La paz que siguió a la caída de Numantia y a la muerte de Viriato, inaugura una transformación definitiva de las estructuras políticas, sociales y económicas de la Meseta céltica. Fue un proceso lento, pero inexorable. La esencia del cambio iba a afectar radicalmente a la estructura social gentilicia de propiedad colectiva, de solidaridad de sangre en las vinculaciones políticas y en el ejercicio de la justicia, de responsabilidad individual familiar frente al poder romano en la tributación, la justicia, la relación con los restantes pueblos. Este cambio supuso la incorporación de la población céltica de la Meseta al régimen de vida imperante en el Levante y Sur hispano que ya se homologaba totalmente a la vida de Italia y Grecia, aún cuando esta incorporación social se hacía desde bases más pobres y humildes.
Además, en medio de la sociedad hispana se van a incrustar grupos itálicos actuando con fuertes elementos transformadores: moneda, comercio, establecimiento de guarniciones, levas indígenas al servicio de Roma, creación de colonias y municipios de organización romana, nuevos cultivos y útiles agrícolas. Además, a la pacificación de la Meseta siguió la masiva afluencia itálica sobre regiones del Levante y Mediodía hispano, atraídos por la riqueza minera.
La ciudad y el municipio como organización romana autogestionada, aunque normalmente sin régimen jurídico oficial, fueron la célula esencial de la administración que Roma reconocerá a partir de ahora. A los contingentes de colonos civiles hay que añadir el de los veteranos licenciados de las guerras de Hispania, a los que los magistrados iban dando tierras y asentándoles en las ciudades. En consecuencia, no cabe duda que las provincias hispanas fueron de las más romanizadas de todo el Mediterráneo occidental.
También hay un cambio en la mentalidad del Senado con respecto a Hispania: hasta entonces se había considerado como un ámbito de explotación militar; a partir de ahora se entiende la unidad territorial como una célula administrativa. Habrá que dar prioridad a las tareas administrativas sobre las militares. El periodo de inexperiencia administrativa de la primera mitad del siglo II a.C., que tanto había perjudicado a Hispania, llega a su fin. La tributación uniforme y regular sustituirá a la exacción constante y arbitraria depredación. Y, si no desaparece totalmente la avaricia y falta de escrúpulos en algún gobernante romano, estos abusos ya dejarán de ser habituales.
SERTORIO.SU PERSONALIDAD.
Natural de Nursia, localidad de Sabinia; aprendizaje militar: el ejército modernizado por C. Mario. Empezó a destacar en las campañas contra los cimbrios y teutones. Su carrera se inicia en el año 90 a. C. en calidad de cuestor a las órdenes de T. Didio en Hispania. Las fuentes recalcan las cualidades militares, diciendo Apiano que fue el mejor general de su época. Venció a muchos enemigos con ejércitos superiores en número, y burló durante ocho años a generales de la talla de Pompeyo y Metelo. Su gran conocimiento de la geografía hispana y su táctica de guerra de guerrillas fueron grandes ventajas para él.
Armó a los indígenas a la manera romana, les impuso una férrea disciplina, pero les permitió combatir de acuerdo con sus maneras.
Q. Sertorio, uno de los 2.000 ciudadanos proscritos por Sila, en calidad de tal trató de alcanzar en su lucha la vía que le facilitaría su regreso a Roma. La política de Sertorio tenía como finalidad poner en tela de juicio y derribar lo más rápidamente posible al gobierno de los optimates, en este momento personalizado en Sila.
El crear en Osca (Huesca) un senado y unos magistrados se entiende hoy día como un gobierno en el exilio, legítimo de Roma y que por consiguiente el Senado y los magistrados nombrados por él eran los verdaderos representantes de los romanos.
Plutarco nos presenta a Sertorio como una persona magnánima, deseosa de atraerse a los notables y ganarse la masa popular mediante el alivio de los tributos. Evacuando las ciudades de soldados las alivió de la pesada carga de su mantenimiento, y además evitaba traiciones de guarniciones. Trató de ganarse la confianza de los hispanos mostrándoles su confianza y amistad.
Pero los comienzos no fueron muy buenos: el ejército sertoriano que guarnecía el Pirineo fue derrotado y su jefe, Salinátor, muerto. Sertorio y su tropa miraron hacia otros derroteros, hasta que al final llegaron a Mauritania, que pensaba sería su plataforma de apoyo, al igual que Hispania, para derrotar a la oligarquía senatorial imperante.
En África decidió apoyar a los rebeldes de Tánger, rebelados contra su jefe, el rey Ascalis, amigo de Sila además. Ascalis fue derrotado por Sertorio. Con las fuerzas aumentadas en número gracias a la unión de parte del ejército rebelde mencionado, y el llamamiento de los lusitanos, Sertorio se decide a regresar a Hispania.
En el 80 a. C. una embajada de lusitanos ofreció a Sertorio el mando de sus gentes. A los siete días se decide a aceptar la gran aventura de la guerra hispana, entre los años 80 al 72 a. C.
Esta postura de Sertorio de luchar a favor de los lusitanos ha sido interpretada de diferentes maneras, pero la más lógica sería el utilizar a los lusitanos como medio para materializar sus propósitos. Por otro lado, los lusitanos reconocieron en la persona de Sertorio cierto carisma especial capaz de deslumbrar y subyugar a los crédulos indígenas; le tenían como un enviado de Dios y así lo reverenciaban.
Informado Sila de esto, dio órdenes a Q. Cecilio METELO para que acudiera a la Ulterior con dos legiones. La ruta de sus expediciones fue: Metellinum (Medellín), Castra Caelia (próxima a Cáceres) y Vicus Caecilius (en el Puerto de Béjar). Su objetivo inmediato era someter inmediatamente, todo el territorio lusitano. Hasta Olissipo (Lisboa) no tuvo dificultades, a la que tomó. También pretendía Metelo reducir por hambre y sed a los lacobrigenses (Lagos, al sureste de Lisboa). Peor Sertorio siguió abasteciéndoles, y Metelo tuvo que dejar el cerco.
SERTORIO DE NUEVO EN LA CITERIOR.
En la Citerior, en el 77 a. C., había focos hostiles a Sertorio que era preciso rendir cuanto antes. Uno de ellos debió ser el de los caracitanos cuyo centro más importante era Caraca (Tarancón). A continuación rindió a Contrebia (Daroca?). Según Livio trató con benevolencia a los vencidos. Acto seguido llevó sus tropas hasta el Ebro para invernar en Castra Aelia (Alagón?).
En este año, Sertorio recibiría importantes refuerzos, mandados por Perpenna, de la facción de los populares; procedente de Cerdeña, trajo consigo un ejército superior al que tenía Sertorio en Hispania. Al incorporar las fuerzas de Perpenna, 53 cohortes, el ejército sertoriano se incrementó en 20.000 infantes y 1.500 jinetes.
Durante el invierno del 77 a. C. Sertorio se dedicó a preparar la campaña del año siguiente. Adaptó a los indígenas a la disciplina legionaria. Con estas fuerzas y las tierras ocupadas, Sertorio adquiría una sólida posición. Se puede afirmar que Sertorio, menos algunas ciudades de la costa, controlaba toda la Hispania Citerior, zona en la que abundaban los ciudadanos itálicos. Además, éste se ganó la adhesión de los celtíberos, aún resentidos con Roma, librándolos de una gran cantidad de tributos; se le vinculaban con su tradicional juramento, la devotio iberica, mediante el cual le adoptaban como único jefe por el que darían su vida, poniendo a los dioses como garantes de su sacrosanto juramento.
SERTORIO EN LA CUMBRE DE SU PODER Y LAS VICTORIAS DE METELO Y POMPEYO SOBRE LOS SERTORIANOS.
Parece que Sertorio entre el 77 y el 76 a. C. llevó a cabo la fundación de la escuela de Osca (Huesca), para la educación de los hijos de la nobleza ibérica. Se piensa que la verdadera finalidad por la que la crea, es que después de un periodo de preparación, serían recompensados con la ciudadanía romana. Estos nativos romanizados serían, los más fieles servidores de Roma y contribuirían a la formación de su Imperio. Además Osca tenía un gran valor estratégico, a medio camino entre Galia e Italia.
Por otro lado, ante la difícil situación en Hispania, el Senado romano se vio obligado a poner al frente de los asuntos de la Península a un jefe excepcional. El problema era encontrarle. L. Marcio Filipo, presidente del senado recomendó a Cn. Pompeyo, que aún no había cumplido los treinta los, pero fue nombrado procónsul con un imperium extraordinario.
POMPEYO RECLUTÓ UN EJÉRCITO DE 50.000 INFANTES Y 1.000 JINETES con el que se dirigió a Hispania a donde llegó a finales del 77 a.C. Pacificó la Narbonense de paso hacia la Península, en rebeldía entonces, entregando el mando de la Narbonense a M. Fonteyo y al llegar a Hispania ganó a su causa a indigetes y lacetanos, en cuyo territorio invernó. Sertorio, enterado de la llegada de Pompeyo, y consciente de que no podía competir con él, estimó que lo mejor era alargar la campaña; además, Sertorio debía impedir que el ejército de Pompeyo se uniera con el de Metelo, pues esto sería el final de su causa. Tuvo que fraccionar sus fuerzas para atender a varios frentes. Se vio obligado a enviar a Perpenna a la Ilercaonia, zona del Maestrazgo, para frenar el avance de Pompeyo en el caso de que atravesara el Ebro. A su vez, L. Hirtuleyo, en la Lusitania debería impedir que fuera Metelo el que se uniera a Pompeyo.
En el 76 a.C. Q. Sertorio, desde Castra Aelia, se dirigió Ebro arriba, consolidando su alianza con las tribus amigas y sometió a las enemigas. Núcleos importantes sometidos fueron: Bursao, Cascantum, Graccurris, Calagurris Nassica.
Pompeyo, por otro lado, sabía que lo primero que tenía que hacer era controlar la costa oriental en donde tenía Sertorio su apoyo más importante. Dio órdenes a su cuestor C. Memmio para que se dirigiera a Cartago Nova con otro ejército para operar desde el sur y atenazar a los sertorianos. Perpenna no pudo evitar que Pompeyo franqueara el Ebro y llegara a Sagunto, y sólo le quedó hacerse fuertes en Valencia. Enterado Sertorio de la difícil situación, acudió en su auxilio. Los sertorianos saquearon e incendiaron Lauro (Liria), e inmovilizaron a C. Memmio. Pompeyo retrocedió a la parte norte del Ebro para atacar a los aliados de la Meseta.
En Lusitania, Metelo había obtenido algunos triunfos sobre los sertorianos. Hirtuleyo no hizo caso de los consejos de Sertorio de que no luchara en campo abierto y fue derrotado en Italica, viéndose obligado a retroceder a la Lusitania y dejando sin protección la zona oriental.
Hirtuleyo volvió de nuevo a cometer el error de antaño, en el 75 a. C., de luchar en batalla campal con Metelo. Pagó el error con su propia vida y la de su hermano. Entonces Metelo trataría de unirse con Pompeyo en el Levante y para ello debió seguir la vía que desde Córdoba y por Castulo iba hacia Laminia (laguna de Ruidera) y el curso alto del Guadiana- Cigüela. También Perpenna y Herennio fueron vencidos por Pompeyo y obligados a abandonar Valentia par unirse a Sertorio en una posición sobre el Sucro (Júcar). En Alcira Sertorio venció al lugarteniente de Pompeyo; mientras, Pompeyo vencía Perpenna. Sertorio y Pompeyo se enfrentaron, con éxito para el primero, pero la presencia de las tropas de Metelo impidió a Sertorio enfrentarse de nuevo con Pompeyo, replegándose hacia el norte. De nuevo sertorianos y pompeyanos se enfrentaron en el Turia cerca de Sagunto con resultado indeciso. Sertorio se refugió en Sagunto en donde esperó la llegada de refuerzos indígenas. Pompeyo se dirigió a la Celtiberia para evitar que los pueblos aliados de Sertorio le enviasen refuerzos y vituallas. Pompeyo se situaría en Pompaelo (Pamplona), que lleva su nombre. Desde allí, impediría cualquier intento de Sertorio de pasar a Italia, y además recibía las provisiones de la Galia que Metelo había ido a buscar.
EL FIN DE SERTORIO.
Sobre el 76 ´0 75 a. C. Sertorio obtuvo nuevas ayudas como consecuencia de las alianzas con Mitríades, rey del Ponto, reconociendo la hegemonía de éste sobre todo el Asia Menor; Mitríades le daba a Sertorio 3.000 talentos y 40 navíos de guerra, que llegarían al puerto de Dianium (Denia). Pero lo cierto es que tal acuerdo sólo tendría realidad en el caso de que Sertorio obtuviera el triunfo final, porque Asia no estaba bajo control de Mitríades. Ante la posible ayuda, Pompeyo reacciona pidiendo al Senado dinero, provisiones y soldados, quejándose de que no le enviaban nada a pesar de sus triunfos militares.
Sabiendo Pompeyo que la única manera de vencer a Sertorio era atacando en Celtiberia, decide atacar personalmente contra los vacceos y Metelo que atacase Celtiberia, destruyendo las cosechas e intentando que los aliados de Sertorio abandonasen su causa. Primero puso sitio a la ciudad de Pallantia, sin resultado; después Cauca a la que sí tomó. Metelo, por su parte conquistó ciudades como Bilbilis (Calatayud), Segóbriga (Saélices) y otros núcleos de menor importancia. Ambos generales colaboraron en el asedio de Calagurris ( Calahorra), uno de los núcleos más importantes de apoyo a los sertorianos, pero no consiguieron su rendición.
Tras diferentes movimientos y batallas, Sertorio se refugió en Osca. En el transcurso de un banquete una conspiración de la que formaban parte sus más íntimos colaboradores puso fin a su vida. La tradición acusa como máximo responsable a M. Perpenna, pero no se sabe realmente.
Perpenna se puso al frente de las fuerzas sertorianas, pero fue derrotado por Pompeyo; intentó salvarse entregándole documentos que comprometían a muchos personajes de Roma que pedían a Sertorio que acudiera a la ciudad y se hiciera cargo del gobierno; pero Pompeyo ordenó quemarlos sin enterarse de su contenido y que se ejecutase al traidor.
La guerra civil de Sertorio comportó importantes consecuencias: La Meseta del Duero y Lusitania dieron un gigantesco paso en el camino de la romanización; aumentó la población emigrante itálica en Hispania con refugiados políticos que vinieron a unirse a Sertorio, pero que, acabada la guerra, no pudieron volver a Italia; nació una poderosísima clientela de Pompeyo y Metelo con cargo a las concesiones generosas de tierras y de la condición de cives romanus otorgada a hispanos y veteranos de los ejércitos empleados contra Sertorio; hubo una toma de partido de los hispanorromanos que, al igual que los itálicos, se alinearon decididamente entre ricos y pobres.
En definitiva, se consagró y consolidó el profundo cambio social y económico, sobre todo de la Meseta y Lusitania. Los ideales y las formas de vida de los romanos se abrieron camino, y comenzaron a eliminar los restos de la vida indígenas, cada vez más circunscritos a las regiones más pobres, montuosas o mal comunicadas del cuadrante noroeste hispano.
CÉSAR Y AUGUSTO EN HISPANIA.
Pompeyo y el establecimiento de su poder en Hispania.
César en la provincia Ulterior.
El inicio de las hostilidades entre César y Pompeyo y la campaña de Ilerda.
Munda y el fin de la guerra civil.
Poderes y programa político de Augusto.
La guerra contra los cántabros y astures.
La obra económica y administrativa de Augusto en Hispania.
Al desaparecer Sila, el Senado necesitaba los servicios de Pompeyo, pues había demostrado su valía contra Lépido, Sertorio, los seguidores de Mario en África y en la pacificación de la Galia. Será reconocido por Roma como un héroe y salvador, y a pesar del Senado hubieron de darle nuevos cometidos: luchar contra los piratas en el Mediterráneo. El Senado no supo reconocer las victorias de Pompeyo y la oposición trabajó para atraer a su lado a un desairado Pompeyo.
Supo Pompeyo, por otra parte, sofocar los últimos núcleos rebeldes seguidores todavía de la causa Sertoriana, en Huesca, Calahorra, en el Burgo de Osma, en Peñalba de Castro o en Valencia. Presumía Pompeyo de haber sometido 876 ciudades de la Galia y la Hispania Citerior. Con estos éxitos de Pompeyo el dominio romano se extendía hasta la margen derecha del río Duero y del río Pisuerga.
Pero además de eliminar resistencias también había tratado de atraer a los indígenas hispanos, otorgándoles a sus fieles de la celtiberia lotes de tierra y la fijación de las lindes de sus dominios territoriales, suscribieron pactos de hospitalidad e iniciaron un proceso de urbanización con patrones romanos; Pompeyo concedió la ciudadanía romana a muchos habitantes del Ebro y Levante que habían prestado servicios militares junto a él; y a los notables indígenas.
La abundancia de antropónimos Pompeius recogidos en el corpus epigráfico de Hispania avala la importancia y el poder de este personaje y su popularidad. Los hispanos más favorecidos de estas medidas fueron los de la Citerior, pues ésta había sido encomendada a Pompeyo, pero también lo hizo extensivo a la Ulterior. La facilidad con que Pompeyo y sus hijos, más tarde, reclutaron varias legiones de cives romani confirma esta amplia política de crear clientes hispanos, otorgándoles tierras y ciudadanía.
CÉSAR…
C. Julio César descendía de una familia aristocrática. Estaba vinculado al partido popular de Mario por lazos familiares.
Estuvo encargado de la magistratura de la cuestura, bajo las órdenes de C. Antistio Veto, gobernador de la Ulterior. Estuvo encargado, entre otras cosas, de la administración de la justicia en lagunas ciudades, como Gades. Esto fue en el 69 a.C. y parece que ya empezó a estrechar vínculos con los notables indígenas, para a su vez, poner a su disposición sus clientelas. Se le relevó en el cargo al año siguiente, el 68 a.C.
Regresó a Hispania en el 60 a.C., esta vez como propretor de la Ulterior; siguió trabajando para estrechar vínculos y compromisos de la época anterior, pues llegó a la conclusión de que en Hispania podía adquirir prestigio y dinero para saldar la elevada deuda de 25 millones de denarios de la que he había hecho fiador Craso para que pudiera salir de Roma. Craso lo hizo porque se aseguraba la vinculación de César a su partido.
Efectivamente, César consigue dinero y triunfos militares en Hispania. Obligó a los lusitanos a que abandonasen las alturas de Sierra Estrella y que se estableciesen en el llano. Sometió a los vettones, vecinos de lusitanos, franqueó el río Duero y llegó al territorio de los gallaeci bracarenses. Se le rebelaron de nuevo lusitanos y le atacaron, pero César les vence. Ordena que se les persiga, hasta donde se habían refugiado, en el norte de Lisboa, en la isla Berlengo. La campaña fue un éxito y quería que se reconociera; por eso su ejército, previamente gratificado económicamente le nombra Imperator. El Senado también le reconoció el triunfo, para sorpresa general.
Deseoso de gloria y envidiando a Pompeyo, pensaba realizar pronto una gran empresa y ser elegido rápidamente cónsul. Provocó la guerra contra los habitantes del Mons Herminius. Cayó sobre ellos y les hizo retirarse hasta el Océano.
A su regreso de la campaña contra lusitanos y galaicos, trabajó en la provincia para consolidar de manera definitiva las relaciones que debían apoyar su futuro político. Sus dotes de gobernador se ven en el intento de solucionar los conflictos de las ciudades, ratificar algunas leyes, tomar medidas fiscales a favor de los indígenas, política edilicia de construcción de edificios públicos. Gades fue una de las ciudades más beneficiadas por estas medidas. También sabemos que presionó al Senado para que bajase los impuestos extraordinarios. En suma supo atraerse a los indígenas.
La campaña hispana, bien aireada por sus seguidores en Roma fue un buen apoyo para sus aspiraciones. La designación de cónsules en el 59 a.C. hizo que marchara hacia Roma, pues si quería participar debía estar allí, aunque tuvo que renunciar a los honores de vencedor en las guerras de Hispania antes mencionadas. Supo ganar para su causa a Pompeyo y a Craso, y con la ayuda de su amigo Cornelio Balbo constituyó el TRIUNVIRATO.
De este acuerdo de César con Craso y Pompeyo saldría la decisión de gobernar conjuntamente el Imperio de Roma; de momento César lograría el apetecido consulado y para el año siguiente la misión de someter la Galia, con la asignación del proconsulado y un importante ejército. Con ello, daba el paso más firme en sus aspiraciones al poder personal en Roma.
INICIO DE HOSTILIDADES ENTRE CÉSAR Y POMPEYO. LA CAMPAÑA DE ILERDA.
No hay duda de que el éxito de César en las campañas de la Galia relegaba a Pompeyo a un plano secundario, y quiso volver a ser protagonista y conseguir un cargo que le diera popularidad. Hizo lo posible para que se le concediera el aprovisionamiento de víveres de Roma con un poder proconsular de 5 años. César, en la Galia, viendo que su futuro político podría peligrar si se rompía el pacto, hizo que en el 56 a. C. se reunieran en Lucca, al norte de Toscana. César se vio obligado a conceder a sus colegas sus mismas prebendas: Pompeyo y Craso ejercerían la magistratura consular el año 55 a. C. y después un mando proconsular de 5 años. Pompeyo eligió las provincias de Hispania y la de África y Craso Siria. César siguió triunfando contra los galos y aumentando su poder.
Para contrarrestar el poder militar de César en la Galia, Pompeyo jugó sus bazas en Hispania, fiel a él. Pensaba que si conseguía controlar Italia, al igual que Hispania, César estaría atenazado por ambos lados. Pero el grave error de Pompeyo fue dejar a su ejército hispano, fuerte en número, sin unos generales capacitados.
Había equilibrio, y con la boda de Julia, hija de César con Pompeyo, algo más. Pero Julia muere de repente, y el equilibrio empieza a romperse. César le ofreció a su sobrina-nieta, pero Pompeyo prefirió emparentar con una familia de abolengo, al de Metelo Escipión. Además muere Craso en Mesopotamia en el 53 a. C. Sólo quedaban ellos. Pompeyo apoyado por la aristocracia, César por los populares. Se llegó al enfrentamiento. César logró con su genialidad de estratega eliminar a Pompeyo y sus ejércitos partidarios, para ostentar, al fin y en solitario, la dictadura en Roma: dueño de Roma e Italia; victoria en Hispania sobre los generales pompeyanos, Afranio, Petreyo y Varrón; batalla de Farsalia en Grecia y muerte de Pompeyo; victoria en Utica sobre los pompeyanos; victoria en Munda (Hispania).
Los comienzos de la guerra civil tendrán, inicialmente, dos escenarios, Roma e Hispania. Primero, durante el 49 a. C. César se proclama Dictador en Roma. Luego consigue expulsar a Pompeyo y adueñarse de Italia. Entonces decide venir a Hispania donde >Pompeyo había reunido siete legiones y desde la cual podría desencadenar un rápido contraataque sobre Roma. César trató de evitar el grave riesgo de verse atenazado por los ejércitos de Pompeyo que, si eran fuertes en Hispania, no lo podían ser menos en Oriente donde había obtenido resonantes victorias.
La campaña de Ilerda:
Pompeyo dio órdenes para que se concentraran sus fuerzas en la Citerior e impedir el paso de las legiones de César. Petreyo y Afranio (de Pompeyo) determinaron reunirse en Ilerda (Lérida), pues allí Pompeyo contaba con clientela adicta, ya comprobado esto en su reciente lucha contra Sertorio.
César envió por delante a su ejército de Italia, para que se uniera a C. Fabio, que se había asentado al norte de Ilerda. Fabio construyó dos puentes sobre el Segre para aprovisionarse de alimentos. Tuvieron lugar algunos enfrentamientos pero de poca importancia. Más adelante se enfrenta César contra Afranio sin resultados decisivos. Una tormenta torrencial arrasó los dos puentes, creando grandes dificultades al ejército de César, pues comenzaba a faltar el trigo y el forraje. Por el contrario, Afranio tenía de todo. César ordenó construir una flotilla a base de mimbres, madera y cuero para transportar a los legionarios a la otra orilla del río Segre y levantó un puente al norte de Ilerda, así solucionó el problema de las provisiones. Las gentes de Osca y sus tributarios los calagurritanos enviaron legados a César y se comprometieron a cumplir sus órdenes, pues conviene recordar que habían sido partidarios de Sertorio contra Pompeyo, y ahora lo serían de César contra Pompeyo. Ante esta situación, los jefes pompeyanos quisieron cambiar de escenario yendo hacia la Celtiberia, buscando apoyos. César persiguió a los pompeyanos, vadeando el Segre con mucho riesgo. Afranio, falto de agua, trigo, forraje y madera y con un ejército desmoralizado tuvo que rendirse.
Parece que César fue clemente con los vencidos, pues los licenció, y así lo escribe él mismo (César, BC I, 86).
Munda y el final de la guerra civil. Me la salto porque es un rollo y no creo que salga esto tan corto y concreto, pues no ha salido nunca.
Poderes y programa político de Augusto.
Desbordado el sistema constitucional republicano para gobernar el vasto conjunto de tierras del Imperio Romano, se hizo necesario:
. La reestructuración de los órganos de gobierno.
. Modificar la tradicional plataforma cívica de sustentación, que ya no podía apoyarse en el reducido número de ciudadanos de Roma.
Se imponía la necesidad de un ejército numeroso y profesional que vigilara de manera permanente las fronteras del Imperio. Fue Hispania, humana y económicamente, parte primordial en la reorganización del Imperio y en la ampliación de esos cuadros de ciudadanos romanos.
Octavio Augusto consumaría la obra de desmantelamiento institucional iniciada por César para configurar la nueva etapa imperial. El ideal de Augusto propugnaba la comunidad de pueblos integrantes del Imperio con la única condición de que aceptaran la paz y el derecho romanos y se integrasen en las normas y costumbres de su civilización, que era, a su vez, síntesis de la civilización oriental.
Augusto inaugura una nueva época, resultado de la evolución del último siglo republicano; es la época del principado.
Este título, al ser una delegación del pueblo, tenía carácter personal y vitalicio; no se podía heredar. Pero para paliar este inconveniente jurídico, se valió del procedimiento vocatio ad imperium que le permitía designar un sucesor natural o adoptivo.
Esta forma de gobierno personal no es una novedad, ni cogía de sorpresa a los romanos y provincianos, pues anteriormente Sila y Pompeyo, y más recientemente César, lo habían intentado.
La nueva ideología imperial destaca las virtudes de un princeps que se entrega a sus obligaciones, que soporta con enorme sacrificio el peso de su cargo y que está dispuesto, en teoría, a entregar el poder a los más dignos.
Pretendió inculcar a los ciudadanos que él era el restaurador de la República, aunque éstos no ignoraban que el régimen personal que había creado era una auténtica monarquía. Su autoritas le sustentó en poderes reales: potestas tribunicia, imperium, pontifex máximus, que se resumían en la denominación de Imperator Caesar Augustus.
Augusto buscó apoyos y sustentos no institucionales. En primer lugar se ganó la voluntad popular por su labor de liberador y restaurador de la paz, de la seguridad y de la prosperidad, al concluir largas y calamitosas guerras civiles.
En segundo lugar explotó los viejos fondos romanos de la realeza con influencias helenísticas, y se presentó como el benefactor de todos los habitantes del Imperio, el Pater Patriae.
En tercer lugar sabe que su principal poder lo constituye el ejército de 60 legiones con unos 450.000 hombres; la fidelidad de sus mandos, a los que él personalmente nombra y que sólo ante él son responsables, garantiza la realidad de sus poderes teóricos.
Compartió con el Senado la plenitud de los poderes, entregando además, a éste, las provincias que estaban pacificadas y que no necesitaban dotaciones regulares de ejércitos; serían las provincias senatoriales.
Gracias a sus brillantes generales aumentó las fronteras del Imperio, y por fin se decidió a conquistar las tierras de cántabros y astures que se habían resistido hasta entonces, así como los bordes alpinos de Italia, Egipto y Galatia. De esta manera conseguía que se olvidasen las atrocidades de las guerras civiles, aumentaría los ingresos y tierras y el prestigio para César.
Con la muerte de Marco Antonio en el año 31 a. C., Augusto quedará como único dueño del Imperio. Afianza su autoritas. Y se le llega a reconoce un carácter divino: divi filius.
La guerra contra cántabros y astures.
En el año 31 aún quedaban por reducir algunos grupos tribales asentados en la Cordillera Cantábrica.
La expresión Bellum Cantabricum et Austuricum, que se recoge en Floro, precisa con claridad los dos frentes de lucha que sostuvo Roma con estos grupos étnicos. En el 29 a.C. Octaviano fue elegido junto con Agripa, cónsul. En política exterior su primera meta fue asegurar la integración de la Península Ibérica; para ello era necesario conseguir la paz en las provincias de la Galia. En el 28 a. C. Mesala sofocaría una revuelta de aquitanos; en el 25, mientras Augusto dirigía personalmente la guerra en el frente cántabro, envió a Terencio Varrón Murena contra los salassi del Valle de Aosta a los que causó una gran derrota, fundando en su solar la ciudad de Augusta Pretoria (Aosta) en homenaje a Octaviano Augusto. Con esta pacificación de la Galia podría rematar también la pacificación total de Hispania.
CAUSAS DE LA GUERRA:
. Necesidad de restablecer la paz en las provincias de Galia e Hispania, para asegurar la integridad de Italia.
. Acrecentar el prestigio personal con victorias sobre enemigos.
. Conquistar nuevos territorios.
. Necesidad de metales preciosos que se hallaban en las minas de esa zona. Hierro, oro.
. Interrumpir los sistemáticos saqueos que los astures y cántabros llevaban a cabo en tierras de sus vecinos y aliados de Roma, los autrigones, turmogos y vacceos.
LOS ACONTECIMIENTOS ENTRE LOS AÑOS 29 Y 25 a. C.
Las noticias más antiguas que se tienen hablan del 29 a.C. cuando Stalitus Taurus venció a los cántabros, vacceos y astures, aunque parece que fueron prospecciones para la guerra del 26 a. C. Ya en el 27 a. C: Augusto decide llevar la guerra personalmente y vino a la Península desde las Galias, estableciéndose en Tarraco (a finales del 27 a. C.) Desde Tarraco Augusto trasladó su ejército a Segisamo. Según Floro y Orosio, dividió su ejército en tres bloques, para hacer frente a una distancia de 400 km. En el frente cántabro habría que encajar los acontecimientos de este año 26 a. C. en el espacio correspondiente a la parte suroccidental de la provincia de Santander y la nordoriental de la de Palencia. Los tres campamentos para atender este frente estarían establecidos en la margen izquierda del Pisuerga: Segisamo, en las proximidades de Monte Benorio y en las proximidades de Retortillo.
En el frente astur el río Astura (Esla) marcaba el límite entre astures y romanos. La penetración al corazón de los cántabros seguía la margen izquierda del Pisuerga, en donde se han encontrado restos de vía y miliarios.
La vía de penetración hacia los astures se haría por la margen izquierda del río Esla. El dominio territorial de cada uno de los campamentos sería de unos 30 km. El del Retortillo tenía la finalidad de mantener libre la vía del Besaya hacia el Cantábrico, para poder suministrar tropas y provisiones desde Aquitania con la flota. El de Monte Bernorio controlaría este castro, el de Amaya y Ordejón; y el de Segisamo sería la retaguardia.
Al mismo tiempo se llevaría a cabo una operación de tenaza por las tropas de las naves de Aquitania, que desembarcarían en Portus Blendium (Suances?).
En el 25 a.C. el frente de lucha se activó en el Noroeste, por tierra y por mar. El jefe de la expedición contra los astures era P. Carisio. Los astures descendieron por la margen izquierda del río Esla con la intención de atacar los tres campamentos romanos existentes en ese frente: Rosino de Vidriales, Asturica, y Bretó. Los astures fueron traicionados por los brigaecini, con lo dual fueron derrotados fácilmente. Se refugiaron en Lancia ( Villasabariego), en donde tras dura batalla fueron vencidos y la ciudad conquistada.
Augusto abandonó Tarragona a finales de diciembre del 25 a. C. para celebrar su X consulado durante el viaje. Una vez llegó a Roma mandó cerrar las puertas del templo de Jano, como si la guerra hubiera terminado, aunque la resistencia cántabra resurgiría pronto. Tan pronto como en el 24 a. C. con el asesinato de legionarios romanos que iban a recoger el trigo. La represión llevada a cabo dio lugar al incendio y destrucción de algunos castros. Del año 23 a. C. no hay datos. En el 22 a. C. se tienen de nuevo noticias de combates entre cántabros, astures y romanos. El gobernador de la Tarraconense, Caius Furnius derrotó a los nativos.
El resurgir de la lucha era un desprestigio para Augusto, que se había apresurado a celebrar el triunfo. Por ello envió a Agripa, su general, que vendría desde las Galias. Se uniría al gobernador de la Tarraconense P. Silio Nerva, cónsul en el 20 a.C. Los ejércitos estaban desmoralizados, pues no acababan con las resistencias cántabras, y les causaban numerosas bajas. Así es que Agripa hará una labro semejante a la realizada por P. Escipión Emiliano en el cerco de Numancia: castigar a los indisciplinados y restaurar el espíritu militar; Debió tener efecto, porque los norteños fueron derrotados y exterminados, en particular a los jóvenes aptos para el desempeño de las armas, obligando a los demás a bajar a los llanos. Lo mismo ocurriría en el frente astur. Agripa dio cuenta de la victoria al Senado y no aceptó el triunfo que Augusto había solicitado para él.
Finalizada la guerra contra los cántabros, el Pisuerga dejaría de ser una línea fronteriza entre éstos y los romanos. Se abandonaría el campamento de Segisamo y los otros dos cederían su sitio a otro de nueva fundación en el margen derecho del Pisuerga, en Herrera de Pisuerga.
Dión Casio nos dice que, una vez terminada esta guerra, Augusto licenció a los más veteranos de sus soldados y les concedió que fundasen una ciudad nueva en Lusitania, Emérita Augusta ( Mérida). A estos licenciamientos y abandonos de muchos campamentos romanos siguió, como hemos dicho, su adjudicación a los nativos, así como las tierras circundantes.
LA OBRA ECONÓMICA Y ADMINISTRATIVA DE AUGUSTO EN HISPANIA.
Reformas administrativas:
División de la Península en tres provincias:
La provincia senatorial de la Hispania Ulterior Bética, con capital en Corduba. Administrada por el Senado que delegaba en un gobernador (praetor), asistido en sus funciones por un cuestor y un legado.
La provincia imperial de la Hispania Ulterior Lusitana, con capital en Emerita Augusta, en la que el Emperador delegaba sus funciones en un gobernador pretoriano, asistido por un legatus legionis.
La provincia imperial Hispania Citerior Tarraconense, con capital en Tarraco, el gobierno lo ejercía un consular que disponía de tres legati legionis.
Economía con Augusto.
Diversos factores son testimonio del despertar económico hispano a impulsos de Augusto, como son:
El fomento de la red viaria.
Las emisiones de numerario.
El desarrollo de la minería y el comercio.
Una de las obras llamada a tener mayor repercusión en el futuro económico y administrativo fue la red viaria. Bajo su reinado se constituyó su esqueleto, que sería completado por emperadores posteriores. En la parte norte una vía conducía del valle del Ebro al Duero, uniendo los puntos de Tarraco, Brigantum ( Betanzos), Tuy y Bracara.
Asturica sería uno de los puntos de confluencia de las vías de la Meseta Septentrional. De esta arteria saldrán otras que unían la Meseta con puertos del Cantábrico.
Otra vía unía Ampurias con Gades, a lo largo de la costa mediterránea.
Otra que unía Gades con Emerita Augusta y Asturica, la vía La Plata.
Finalmente otra diagonal enlazaba los puntos de Emerita y Caesaraugusta.
También hubo una política monetaria. Al año 38 a. C. pertenecen unas emisiones que reproducen la cabeza de Augusto joven, caso de las de Domicio Calvino, procónsul de Hispania que consiguió triunfar sobre los ceretanos. Desde el 34, bajo Augusto, acuñaron 18 cecas: Acci, Bilbilis, Calagurris, Cartago, Celsa, Caesaraugusta, Cartela, Ebora, Emerita, Gades, Italica, Corduba, Hispalis, Osca, Turiaso, Secovia, Tarraco y Traducta. Las emisiones del sur, efectuadas por orden del Senado, incluyen la leyenda permissu Caesaris Augusti.
En cuanto a los informes de los escritores clásicos y de la arqueología confirman que las explotaciones mineras de la Bética se hallaban en su momento álgido, hasta el punto de producir el agotamiento de muchos centros mineros; plata y cobre se extraía de Riotinto, Mina Mariana de Córdoba, Mina Antoniana, Mina Samariense.
El comercio, con la paz de Augusto y la reorganización administrativa de Hispania, de las áreas más romanizadas- Cataluña, Valle del Ebro, Levante, Bética y la zona meridional de Lusitania- conocerá su momento glorioso. La tradición y la arqueología nos proporcionan datos sobre esto. Junto a los comerciantes itálicos aparecen hombres hispanos, por ejemplo los Baldos de Gades y otra pléyade de hombres ricos de la Bética. Estrabón dice que numerosas y grandes naves llevaban productos de toda clase desde la Bética a Ostia y Puteoli y a la inversa, y que su volumen igualaba al de toda África. Trigo, vino, aceite..
EL RÉGIMEN ADMINISTRATIVO ROMANO.
La transformación política de Hispania y los factores de romanización.
Provincia y magistrados provinciales.
La vida urbana en Hispania y la condición jurídica del suelo provincial.
Las colonias y los municipios. El régimen administrativo de las ciudades indígenas.
La condición jurídica de las personas y la administración de justicia.
Los ejércitos romanos y las tropas indígenas.
La devotio ibérica y los pactos de hospitalidad.
Transformación política de Hispania.
Son las inmensas riquezas de Hispania meridional, su agricultura, sus industrias, sus yacimientos mineros lo que decide al Senado proceder a la ocupación. Si en un principio sólo vinieron por cortar las bases de suministros y expulsar a los cartagineses de las colonias griegas, después vieron el verdadero potencial de Hispania.
Los informes y las ayudas que va mandando Escipión el Africano a Roma desde el 209, hacen que el Senado tome la decisión. En efecto, desde el 206 Escipión desarrollará una abierta política de ocupación de ciudades, exigencia de tributos, apropiación de tierras hispanas del enemigo que pasarán a formar parte del ager publicus romano. Las ciudades hispanas se rebelaron ante esa nueva política que quebrantaba el pacto inicial de Roma: ayudar a los pueblos ibéricos a expulsar a los cartagineses. Desde el 205 Hispania será considerada como Provincia y como lugar de explotación y enriquecimiento; por encima de todo, los generales romanos sacan todo el tributo o botín posible. Matanza y venta de hispanos vencidos, abusos de toda clase, violación de pactos serán métodos habituales.
La conversión de las tierras hispanas sometidas en Provincia conlleva la progresiva romanización, proceso por el cual Hispania se incorpora a los modos de vida de Roma en todas las facetas de la administración: régimen de las ciudades, urbanismo, estructura de la sociedad y de la familia, religiosidad, cultura, lengua, derecho. Se modificaron la organización del trabajo, artesanado, explotación minera, comercio, vías de comunicación.
La máxima expresión romanizadora radica en la difusión del urbanismo y el otorgamiento del régimen municipal romano en todos sus grados: colonia, municipio de derecho romano, municipio de derecho latino… La ciudad es, en todo caso, la unidad administrativa que Roma propugna; ciudad abierta, en el llano, sin murallas, pues la guerra pasa a ser misión exclusiva de Roma. También se pasa de un sistema social gentilicio a la familia y la agrupación urbana. Esta urbanización iniciará su definitiva implantación tras el decreto de latinidad dado a Hispania por Vespasiano. Familia, ciudad, convento jurídico y provincia constituyen la escala asociativa de los hispanos frente a la administración romana y la actuación jurídica de las autoridades delegadas del Senado y el pueblo romano.
En el comportamiento cívico de cada hispano y en su sanción por la lex romana radica el cambio de la transformación de la sociedad gentilicia en urbana.
Ciertamente el proceso de romanización fue lento y tuvo resistencias, aunque fuera para mejorar en muchísimas ocasiones la economía y el ordenamiento de la sociedad. La verdad es que Roma conquistó su imperio para explotarlo económicamente, aunque luego la necesidad de afianzar este dominio fue cambiando métodos de ocupación. De todas formas, depende de las zonas de Hispania la resistencia fue mayor o menor: rápida en Bética, Levante y Cataluña; más retardada en Celtiberia y Lusitania; muy lenta en el Duero y franja cantábrica. De más civilizadas a menos respectivamente.
La transformación supuso un paso de la polifacética sociedad prerromana a la uniforme sociedad romana, y a una explotación del suelo y subsuelo que mejoró la economía. Todo ello fue institucionalizado bajo el régimen jurídico que impone la superior norma de Roma y el modélico y acabado ordenamiento jurídico de su Imperio.
El necesario traspaso tanto de hombres como de productos e ideas a Hispania, iniciará el proceso unificador de la Península con respecto al resto del mundo romano durante los tiempos de la República (218 a 44 a. C.) y se completará aún con más fuerza en el período imperial (44 a. C.-411 d. C.). Ya hemos referido que no fue al mismo tiempo y por igual, dependiendo de las zonas de Hispania. La Bética dará ilustres literatos y hombres de administración como los Balbo, los Séneca, mientras en el cuadrante norte no lo dará hasta más tarde.
Pero hay que dejar bien claro que el factor económico es lo impulsó un desarrollo de romanización mayor o menor, pues ese era el verdadero criterio de Roma, la rentabilidad de una zona concreta, y por lo tanto les interesaba más su grado de romanización y asimilación de su cultura. En estos lugares (centros mineros, fábricas de salazones, ricas tierras béticas y de levante, puertos de amplio comercio) es donde lógicamente acudieron mayor número de romanos o itálicos licenciados.
En resumen, el lento proceso de la romanización de Hispania viene marcado por: la lentitud de la conquista, por la variedad de pueblos, de culturas y de economías.
Decir por último que Hispania fue un lugar de » aprendizaje » de muchos dirigentes romanos. Durante la época de la República romana pocos personajes llegaron a la cumbre de la carrera política sin pasar una o varias veces por nuestro suelo en el ejercicio de su cursus honorum.
1.1 Factores de la romanización.
El intervencionismo político romano con los hispanos atendió, como ya hemos mencionado, a una eficacia económica, fundamentalmente, siendo tolerante en aspectos como la religión, al menos durante tiempo, y la organización de las ciudades. Pero es cierto que los hispanos copiaron de Roma su vida material y espiritual, por mimetismo o por interés real y práctico.
Principales agentes romanizadores fueron los ejércitos y guarniciones; ya desde el II a. C. se habla de miles de hijos nacidos de las relaciones entre romanos e hispanas. Además, sabemos que los soldados licenciados se quedaban posteriormente en Hispania, por voluntad propia o por concesión de tierras y obligatoriedad de hacerlo. De este modo crecieron o se fundaron ciudades.
En guerra o en paz siempre hubo miles de hispanos en relaciones directas con los integrantes del ejército romano, copiándose mutuamente las armas o las estrategias y aprendieron sus respectivas lenguas.
La exigencia de rehenes como garantía de fidelidad también fue otro factor, pues parece ser que se les trataba bien, o al menos no hay noticias de represalias contra ellos. En estos contactos, los hispanos fueron aprendiendo la lengua y costumbres romanas.
Otra fue las actividades de la administración, el ejercicio de la justicia, la recaudación de tributos, compra y requisa de víveres, reclutamiento de auxiliares. Al igual que el infinito número de comerciantes y agentes de explotación de las minas, industrias o tierras que el pueblo romano reservó para propiedad y explotación directa en la Península. Por otra parte, la utilización de la moneda envuelve al país en nuevos métodos de producción y explotación capitalista muy lejos de aquellas prácticas gentilicias, pronto abandonadas hasta en el último rincón de Hispania.
Provincia y magistrados provinciales.
En el 206 un senadoconsulto decide la creación de dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. A partir de entonces, se patentiza la ocupación militar de ciudades béticas sin aceptar simple sumisión, como ya hemos reseñado anteriormente. Pero la expresa declaración de Hispania como dos provincias ocurre en el año 197 al designar a G. Sempronio Tuditano y M. Helvio como pretores, en lugar de los magistrados irregulares que se venían nombrando desde el 218 y que debían atender a la expulsión del ejército cartaginés. Ya los magistrados del 197 traían la misión de pacificar Hispania y fijar los límites de ambas provincias; éstas no tienen capital y donde esté el magistrado romano allí estará el centro de decisiones. Tampoco se define el territorio propio de cada provincia, aumentando o disminuyendo los límites al ritmo de la conquista, y además, en la práctica nunca se planteó la cuestión de los límites territoriales del mando de cada pretor, porque de hecho siempre estuvo presente en la Península un cónsul p procónsul que por su rango superior ejercía el poder sobre ambas provincias. El verdadero fundamento de la creación en dos provincias era por la necesidad de enfrentarse a dos grupos de resistencia hispana bien definidos: celtíberos y lusitanos; de este modo, el pretor de la Citerior tendría como objetivo el control y la sumisión de la Celtiberia y el de la Ulterior de la Lusitania.
En el año 133 a. C., según relata Apiano, Roma envía a Hispania una comisión de 10 senadores para regular el estatuto político-adminsitrativo y redacta la Lex Provinciae, una vez que lo aprueba el Senado: al fin Hispania dejaba de ser campo de aprendizaje para los gobernantes de Roma. Esta Lex Provinciae marca el inicio de una recuperación económica general de la Península y una generosa incorporación de los hispanos a la romanidad y sus problemas internos, como fuera el caso de las guerras civiles de Sertorio y César contra Pompeyo, ventiladas mayormente en Hispania y con hispanos.
Magistrados provinciales.
En principio el gobierno de cada provincia hispana será desempeñado por un pretor en cada una, pero en casos excepcionales vendrá un cónsul y dos pretores. Ambos magistrados cónsul y pretor, son magistraturas mayores, con mando de tropas. Eran elegidos por los comicios centuriados y con mando por un año, siendo el Senado quien indica qué provincia para cada uno. Fue habitual la prórroga de otro año, siendo ésta en calidad de procónsul o propretor.
Sus poderes: prácticamente todos, como corresponde al imperator en campo de guerra. Vida y muerte, paz y guerra; reparten botín o tierras entre los soldados licenciados o indígenas fieles a Roma, organizan la explotación de las minas, tributos, ciudadanías romanas que otorgan. Todo ello con el refrendo del Senado. Emisión de monedas. El Senado, en ocasiones otorgó el mando a algunos que no podían ejercerlo según las leyes romanas: Escipión el Africano el Mayor (210-215), Blasio, Escipión Emiliano el Menor, el destructor de Numancia (134-133 a. C.).
A partir de los triunvirus, éstos se asignaron las atribuciones del Senado, y ellos ejercían normalmente a través de legados. Esto hará Augusto en las provincias declaradas imperiales.( Tema anterior).
La vida urbana e Hispania.
Prioridad de Roma será la creación de nuevas ciudades con ciudadanos de Roma o de Italia, y transformar las localidades al modo romano.
Es decir, cambiar el sistema de gentilidades y ocupación de altozanos fortificados u oppida, en especial en la Hispania céltica.
Cambian ciudades guerreras por ciudades de paz y trabajo, destruyendo murallas, obligando a la gente al cultivo de tierras y al abandono de las armas.
Desde el II a. C. prácticamente cada unidad política estaba integrada por la ciudad y su territorio. ( Ciudades-Estado típicas del mundo mediterráneo).
Pero se hace lentamente, porque a los romanos no les apetecía venir a Hispania, de modo que se empieza a enviar aquí a hijos de soldados romanos, o lusitanos que los desplazan de un lugar a otro. Sólo enclaves cercanos y reconocidos como Tarraco serán receptores de ciudadanos romanos, pero que fue una excepción. Mayormente negociantes. Por esta razón, Roma trató de privilegiar y asimilar a las más fieles ciudades indígenas, convirtiéndolas en municipios.
Alentó la urbanización de la población dispersa aldeana, reagrupando varias aldeas o poblados dispersos.
La urbs o vicus indígena y su territorium, conservaba, al menos de momento su organización indígenas, pero fue perdiendo su gobierno colectivo; cada familia cultivaba sus tierras y pagaba sus tributos, pero era Roma quien decide la paz, la guerra, la justicia…
Debido a las condiciones geográficas, quedaron muchas zonas por romanizar, y hasta el siglo I d. C., Hispania fue un mosaico político en el que convivían desde las colonias romanas, competidoras de Roma en el alto grado de civilización y nivel de vida, con las más pequeñas aldeas y grupos gentilicios de población dispersa en la montaña o zonas alejadas del Noroeste.
Esta situación nos la confirman Plinio, y sobre todo, Estrabón. La arqueología confirma esto también.
En cuanto a la Condición jurídica de cada ciudad, se decide por el grado de resistencia a Roma. Los pactos fueron definiendo a cada una de ellas. Hubo tres modos:
Deditio.
Foedera.
Amicitia.
Deditio: entrega a merced y pagar el estipendio.
Foedera: federadas a Roma (ciudades fuertes y poderosas, como Gades).
Amicitia: libres e inmunes.
Pero la mayoría eran estipendiarias, y debían aceptar la potestas de Roma, por simple sumisión.
Por consiguiente, la condición jurídica del suelo se ajustaba al estatuto que recibiera la ciudad o pueblo sometido a Roma.
La Deditio conlleva la apropiación por Roma de todos los bienes y personas. En la práctica, salvo excepciones como Numantia a la que arrasaron, la esclavitud fue excepcional. Mata a aquellos que son cogidos con las armas, o los vende, pero la mayoría de poblaciones son restituidas libres, y las casas y las tierras las subasta públicamente. En caso de compra quedará sujeto al pago del stipendium, que caracteriza a las ciudades estipendiarias.
La Tabula Alcantarensis, una deditio del año 104 a. C. transcrita por Raquel Melero, nos señala una de esas ocasiones en que la generosidad romana con el vencido no fue escasa: » Siendo cónsules Cayo Flavio y Cayo Mario, el pueblo de los seano se les rindió. Les tomaron los prisioneros, caballos. Después, Lucio Cesio, hijo de Cayo, Imperator; determinó que las cosas quedaran como estaban, hasta que el pueblo romano quisiera. Les devolvió toda para que siguieran en uso»
Roma siempre pretendió que al recoger el tributo de una conquista, se hiciera de modo regulado, pero era muy difícil vencer la avaricia. Parece que con Graco, en el año 180 se da el comienzo de un tributo fijo, pagando Hispania la vicésima o 5% de la cosecha de trigo, según un texto de Cicerón. Pero esto no significa que no hubiera abusos, y así se manifiesta en textos ante el Senado en contra de algunos gobernadores.
La devolución de las tierras no es a la colectividad, sino que cada uno pagará sus tributos, dejando a la colectividad sólo prados y montes. Una era ager privatus, o ager publicus.
Había:
Ager privatus ex iure quiritum: los beneficiarios sólo podían ser los cives con ius romanun o ius italicum.
Ager publicus, que se reparten entre los veteranos de guerra, en grupos de 100.
Iure peregrino, que eran ciudades federadas y libres e inmunes, que no pagaban tributo.
Ager publicus populi romani, sujetas a tributo y que eran devueltas a sus viejos dueños.
Las minas eran explotadas mediante arriendos o concesiones, pues la propiedad tb. Era de Roma. Es lógico por lo que suponía en riqueza (oro, plata, hierro, sal, cobre, etc.)
En la tarea de recaudación actuaban los questores, mientras que en los pagos extraordinarios intervenían los praefecti.
Los cuestores se ocupan tb. De la intendencia del ejército, la paga a los soldados, reparto de botín, lleva una contabilidad y ha de rendir cuentas por ingresos de los tributos.
Los prefectos actúan por delegación del magistrado provincial superior, para obtener de las ciudades ayudas extraordinarias de guerra, lo que dio lugar a muchas quejas en ciudades federadas e inmunes, que no se salvaban tampoco del requerimiento extraordinario.
Desde comienzos del siglo II a. C. hay en Hispania los Publicani que terminarán siendo los verdaderos recaudadores de tributos. Éstos terminaron constituyendo el orden ecuestre, que terminó por ser el dueño de la orientación política de Roma desde mediados del II a. C., precisamente con el dinero allegado primero en Hispania y luego en Grecia y en Asia Menor.
Las colonias y los municipios.
Las colonias. Es una ciudad fundada con licenciados del ejército u otros ciudadanos por un magistrado romano en el desempeño de su cargo. Puede absorber a otro pueblo más pequeño, pero en cualquier caso, es una nueva ciudad creada por pleibiscito y previa aprobación del Senado. A los pobladores se les otorga, si no lo tienen, el grado de cives romani.
Reciben suelo y tierras de cultivo, detraídas del ager publicus y eran inalienables. Podía afectar de 2.000 a 3.000 licenciados del ejército.
Eran pequeñas copias de Roma, edificios monumentales, por la capacidad económica de sus ciudadanos, procurando competir por la belleza de sus viviendas privadas.
La categoría de estas colonias aumentaba si se les concedía el ius italicum, y entonces no pagaban impuesto por la tierra, como ocurría en Italia.
Su misión era defender los intereses de Roma, junto al límite de las tierras que se conquistaban frente a pueblos peligrosos y aún no sometidos.
Algunas ciudades indígenas accedieron al título de colonia sin que hubiera reparto de tierras. Tarraco, en tiempos de César.
Hay que considerar importante que en la mayoría de las colonias se han acreditado arqueológicamente la existencia de poblados anteriores a la propia fundación. Otros poblados, adheridos surgieron desde el mismo momento de la fundación. Son incolae, que sirven como agricultores, comerciantes o artesanos al amparo de la nueva clase acomodada. Algunos incolae terminaron viviendo dentro de la colonia y se van integrando dentro del estatuto jurídico de la misma, conviviendo con los cives.
Los Municipios: supone la existencia anterior de una ciudad a la que el Senado otorga el régimen jurídico análogo a Roma, y por tanto, a sus habitantes derechos de ciudadanía. Colectivamente los habitantes están obligados a contribuir, por ejemplo, en la construcción de murallas defensivas, pero individualmente por sus tierras, pues la propiedad es individual.
Tenían: quattuorviri, dos duunviros más dos ediles.
En el municipio se integran los urbs, la población ciudadana y el territorium o distrito rural.
El municipio albergó, sin duda, ciudadano romanos o latinos emigrantes, pero pudieron haber también asentamientos oficiales de veteranos.
Las obras municipales corren a cargo de los cuadros de mando, pero no hay impuestos municipales, sino donaciones. Los gastos de obras públicas, dentro de los municipios corrían normalmente a cargo de particulares: los ricos que detentan los cargos municipales, patronos designados entre los altos magistrados de Roma, la propia administración romana a la que los romanos solicitaban ayudas económicas o inmunidad ocasional. También a cargo de personas que querían aumentar su popularidad o la obtención de algún cargo mediante estas donaciones. Podían incluir fiestas, banquetes, cultos o espectáculos. Era un camino para el ascenso en el cursus honorum.
Inicialmente, los municipios no estaban obligados a admitir guarnición romana en su recinto urbano fortificado, ni pueden entrar allí los praefecti para recaudar. Se limitan a hacer prestaciones voluntarias en caso de situación extrema para Roma y su ejército. Son ciudades sine suffragio, sin derecho a participar en los comicios de Roma.
4.2. El Régimen administrativo de las ciudades indígenas.
Estipendiarias, libre e inmunes y federadas.
Todas las que no son colonias ni municipios se les llama peregrinae.
Estipendiarias: Sometidas por la fuerza, deben pagar estipendium por la devolución de sus casas y sus tierras y la libertad de las personas. Si al principio algunas fueron federadas, pronto se dejaron de respetar los pactos y la mayoría pasaron a ser sometidas.
Tienen su propia organización y aunque aceptan la organización romana, Roma no se obliga a corresponder con estatuto de privilegio.
Pagan un tributo fijo que los gobernadores aumentan arbitrariamente.
Admiten guarniciones romanas en su recinto.
Frecuentemente Roma no pactó con ciudades sino con pueblos, constituidos frecuentemente por aldeas pequeñas y poblados, con un centro urbano que actuaba como referencia a efectos judiciales o financieros. Los grandes centros establecían directamente sus relaciones con Roma.
Aceptaron incolae dentro de la ciudad, para aliviar el pago del montante fijo de tributación, con categoría de cives local. Esto tuvo diversos cauces y razones: facilitaba el paso a la categoría romana mediante la práctica de la adlectio inter cives; añadía a la ciudad ricas familias de otras aldeas y por el honor obtenido eran propicias a munificencias y participación en gastos urbanos. Los pactos de hospitium y clientelae fueron dos fórmulas de incrementar la ciudadanía local indígena.
Libres e inmunes.
Decisión unilateral tomada por Roma a través de ley o decreto del Senado de Roma. En Lusitania no había ninguna, 6 en la Bética y una en la Tarraconense. Libres de impuestos y de ocupación militar. Tienen su propio gobierno autónomo. Roma podía cambiarles en cualquier momento el régimen administrativo. Hubo una clara tendencia a transformar estas ciudades en municipios, pues ya en las estadísticas de Plinio sólo hay 6 en la Bética y una en la Tarraconense como ya hemos mencionado, en la condición de liberae et inmunes.
Federadas.
Ciudades en condiciones similares a las anteriores, con la sola diferencia que no dependen de ninguna autoridad romana. Había 3 en la Bética (Gades, Malaca y Epora, según Plinio). Tarraco parece que también, e incluso Ebusus (Ibiza). Eran puertos cartagineses anteriores.
En principio las ciudades federadas basaban su condición en un tratado con Roma. Eran ciudades autónomas en su gobierno, libres de todo impuesto y sólo prestaban a Roma la ayuda militar estipulada a cambio de una recíproca ayuda de Roma en caso necesario. Su situación de inmunidad derivaba del tratado y no de una ley o senadoconsulto, como era el caso de las ciudades libres e inmunes, y por tanto en nada dependían del gobernador de la provincia como aquellas. No recibían guarnición romana y podía acuñar su propia moneda sin permiso de Roma.
En lo relativo a política exterior, como era habitual, quedaba reservada a la exclusiva iniciativa de Roma el derecho de paz o guerra con cualquier enemigo.
La condición jurídica de las personas.
Dos grupos:
A. Cives Romani.
B. Peregrini.
Ejercen cinco derechos fundamentales: a votar, a ejercer cargos públicos, posesión de bienes y capacidad de testar, a matrimonio legal y a que sus esposas e hijos sean también cives romanus ( ius conubii). Todos son adscritos a una de las 35 Tribus. Los ciudadanos hispanos quedan normalmente adscritos a las tribus Quirina o Galeria, a los efectos de los comicios.
Los hispanos sometidos a Roma entraban en la categoría de los Peregrini, conservando sus diversos estamentos de situación social. Podían adquirir la condición de cives romani. El servicio militar fue siempre el camino para conseguirlo, al menos el más importante desde Augusto. Este hecho, el de conseguir la ciudadanía de Roma fue el pilar más importante de la romanización. Pero no era frecuente en el II a.C. y sí durante el I a.C., por cuestiones de luchas y guerras sociales italianas.
La administración de justicia.
Apenas tenemos datos de la admón. De justicia durante los tiempos de la República. Es obvio que los cives romani se sometían a la jurisdicción de los gobernadores. Es de suponer que los indígenas que habían recibido el privilegio de cives, también. El resto de indígenas, bajo sus normas o costumbres propias.
En las ciudades libres o federadas se guardaba especialmente esta justicia peculiar y propia, aunque hubo intromisiones de Roma en el derecho consuetudinario: P. Craso prohibe los sacrificios humanos de Bletisama y es bien conocida la prohibición de César sobre Gades, donde quemaban vivos a los criminales.
En las colonias y municipios intervenían por delegación del gobernador el Praefectus iure dicundo, a veces el quaestor para casos graves. Las leyes de cada ciudad concretaron estas competencias.
Al crecer las provincias se fue haciendo necesaria la división de su territorio a efectos judiciales. Surge así, a finales de la República el » Convento Jurídico», que supone la fragmentación de la provincia, con frecuencia muy extensa. Están definidos ya con César en el año 68.
Me lo salto y me arriesgo.
La devotio ibérica y los pactos de hospitalidad.
devotio Ibérica, fue una forma específica de la clientela militar hispana. Mediante juramento se comprometen a servir al jefe, en la idea de que el dios acepta la muerte del devotus en lugar que la del jefe. Y sólo después de salvar la vida de su caudillo pasarán preocuparse de la suya propia. Parece claro que la práctica de la fides iberica tiene aquí su origen.
Cabe preguntarse sobre la fidelidad a otros juramentos anteriores, porque sabemos que muchos pueblos cambiaron de bando como consecuencia de una batalla, pero en general parece que no hubo conculcamientos de juramentos de fidelidad, y cuando muere aquel a quien está sujeto el pacto, entonces se acaba el juramento.
La Devotio Iberica se diferencia de la clientela romana en que aquella consagra a los dioses la vida propia en razón del aniquilamiento del enemigo, y además el cumplimiento de la devotio por los romanos desconoce el suicidio en caso del fracaso, y la iberica parece que lo llegaban a hacer. (Suicidarse si mataban al jefe).
7.2. Hospitium.
Por la debilidad de algunos grupos gentilicios o individuos aislados de su gentilidad, parece útil contar con la ayuda de agrupaciones gentilicias (más tarde de centros urbanos en tiempos ya romanos). Logran protección integrándose en grupos familiares o comunidades locales vecinas; al principio lo hacen de palabra, más tarde se sanciona con un acto jurídico reflejado en las Tabulae hospitium o Patronatus. Para Diodoro, estos pactos abundaban en la Iberia Céltica, y en estos pactos se garantizan en su cumplimiento basándose en las divinidades populares, a cuya justicia se remitían los pactantes. Es decir, que tiene dos vertientes, el civil y el religioso. Más tarde, las divinidades serán sustituidas por los legados de Roma.
La aceptación en voluntaria por amabas partes. Durante el Imperio romano estos documentos, con efectos específicamente civiles, implican el antiguo Hospitium con la incorporación a los derechos ciudadanos a cambio de un beneficium.
Tema que acabo el 14 de diciembre de 1998.
LA ANEXIÓN DE PORTUGAL.
La incorporación de Portugal a los dominios de la monarquía católica se produjo como consecuencia de la batalla de Alcazarquivir (1578), en la que un ejército portugués fue vencido por el sultán de Marruecos; muchos nobles murieron o fueron hechos prisioneros. También murió (presumiblemente) el rey don Sebastián (1578). Su sucesor fue su tío el Cardenal don Enrique, eclesiástico y de avanzada edad, al par que mala salud. Se abría una cuestión sucesoria en que Felipe II tenía las mayores posibilidades de triunfo. La casa real de Castilla y los Austrias habían seguido una política matrimonial que iba a dar sus frutos. En cada generación se habían contraído uno o dos matrimonios con la familia real portuguesa. Felipe II era, aunque por línea femenina, el pariente legítimo más cercano a la dinastía portuguesa. Existía, además, la vecindad política. El rey don Enrique, la nobleza, el alto clero y los comerciantes aceptaban la sucesión española. Un portugués al servicio de Felipe II en Portugal, don Cristóbal de Moura, realizó un excelente trabajo de captación. El rey de España ayudó a rescatar a muchos aristócratas portugueses que permanecían cautivos en Marruecos. Su ideal era ceñir la corona de Portugal sin tener que ejercer la fuerza, aunque por supuesto, reunió tropas en la frontera de Extremadura, Andalucía y Galicia, principalmente organizadas por los grandes señores de la región.
En Portugal, don Enrique convocó Cortes para que dilucidaran la cuestión, pero murió antes de que se llegara a un acuerdo (enero de 1580). Las ciudades se manifestaban reacias a la candidatura de Felipe II. Además, había candidatos «nacionales», descendientes por vía ilegítima de la casa real: el duque de Braganza, y sobre todo, don Antonio, prior de Crato, que gozaba de mayor apoyo popular. La proclamación de don Antonio que fue aceptada en Lisboa y otras importantes ciudades fue contestada por la intervención militar española, mandada por el duque de Alba. No fue difícil vencer la resistencia militar, pero no se pudo – o no se quiso- evitar el saqueo de las ciudades. Son Antonio continuó su resistencia en las Islas Azores, con ayuda francesa e inglesa hasta 1583, pero fue desalojado de allí por una contundente acción naval del marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán.
Felipe II convocó Cortes en la ciudad de Tomar (1581) y fue reconocido como rey. Prometió conservar la autonomía de Portugal y de su imperio, y realmente Portugal fue el territorio de la monarquía que disfrutó de mayor margen acción. El rey permaneció en Lisboa hasta 1583 y hasta pensó en la posibilidad de establecer allí su residencia permanente. Al volver a Madrid dejó como virrey a su sobrino el archiduque Alberto de Austria. La unión de Portugal contribuyó a trasladar el centro de gravedad de la monarquía española hacia el Atlántico.